#BTW17

Para liderar Europa, Alemania necesita asumir su papel crucial en ella

Las elecciones nacionales, como es natural, se concentran en cuestiones nacionales. Pero Alemania, cuyo papel en Europa es absolutamente fundamental, tenía el deber hacia sí misma de debatir vigorosamente su papel en, y sus propuestas para, dar forma al futuro de Europa. Resulta, pues, profundamente decepcionante que la campaña de las elecciones federales, que ahora se acerca a su fin, haya sido tan provinciana, tan vacía de cualquier debate serio sobre Europa, sobre la Eurozona, sobre todo lo que Berlín ha de hacer para estabilizar el entorno político y económico en que los alemanes viven y sueñan un futuro mejor.
Es un lugar común entre los europeístas reprender el provincianismo del debate político en Gran Bretaña, que no solo llevó al brexit sino que también aseguró un proceso de abandono de la UE que es perjudicial a los intereses de la gente de Gran Bretaña, especialmente para los jóvenes. ¿Pero ha sido la calidad de este debate durante las elecciones alemanas mejor en algún sentido? Los políticos se han enfrentado por radio y televisión, han pronunciado discursos a sus electorados, han escrito artículos en diarios como si Europa fuera algo “de ahí afuera” que no les concerniera particularmente.
Los amigos alemanes con su dedo sobre el pulso de la sociedad alemana me cuentan que la Sra. Merkel volverá a ser elegida porque confían en que les aislará de las “cosas malas” que suceden en el resto de Europa. La sensación de que “Alemania lo está haciendo bien”, bajo el proyecto pragmático de la canciller de mantener el statu quo es lo que prevalecerá el día de las elecciones. Sin embargo, esta creencia se predica sobre una asunción peligrosamente falsa: que la estabilidad y prosperidad de Alemania pueden ser reproducidas dentro de la dinámica actual de la Unión Europea, siempre que Berlín consiga imponer las “reglas” con más rigor.
La mayor amenaza de este malentendido pende sobre los jóvenes del país. Los jóvenes alemanes anhelan ser buenos ciudadanos de Europa. Quieren cruzar fronteras europeas y sentir que son italianos en Italia, franceses en Francia e incluso griegos en Grecia. Este es un sentimiento espléndido que debe ser alentado. Está en sintonía, de hecho, con este espíritu de internacionalismo radical que promueve nuestro Movimiento Democracia en Europa, DiEM25. Lamentablemente, es un sentimiento que los actuales debates preelectorales ponen en riesgo al dar a los políticos que pronto estarán en el gobierno la falsa señal de que Alemania puede seguir siendo más o menos lo que ya es en una Europa que sigue siendo más o menos lo que ya es.
Durante varias décadas, Alemania tuvo el privilegio de ser libre para permitirse actuar como el resplandeciente y eficiente taller productor de productos de calidad de Europa. Así era y así sigue siendo. Sin embargo, este privilegio, esta libertad, fue minada por el hecho de que alguien estaba garantizando suficiente demanda global para el taller por excelencia de Europa: los Estados Unidos de América. Entre inicios de la década de 1950 y 2008, fue la libertad de los Estados Unidos frente a la déficitfobia la que creó suficiente demanda global para que las fábricas alemanas, holandesas, japonesas y, más adelante, chinas, siguieran produciendo en masa y encontrando a compradores para su mercancía con suficiente dinero para pagar los precios por encima de coste.
Fue durante aquel periodo, cuando la demanda global era gestionada por América, que el milagro económico alemán tuvo lugar y se hizo posible la Unión Europea. A nosotros, los europeos, nos encanta pensar en nuestra Unión como un logro europeo. Aunque podemos estar orgullosos de ella, la verdad es que fueron los estadounidenses los que proporcionaron el entorno macroeconómico en que los milagros de Europa y Alemania pudieran florecer. Era en ese mundo donde el ordoliberalismo tenía sentido.
Por desgracia, en 2008, Estados Unidos perdió su capacidad de seguir suscitando suficiente demanda para las exportaciones netas de las economías basando su modelo económico sobre grandes superávits comerciales. Lo que quiere decir que el rechazo histórico de Alemania a reemplazar a Estados Unidos, al menos dentro de Europa, como el director jefe de la demanda agregada, tarde o temprano acabará por desestabilizar la economía alemana. Las raíces de este descontento ya se están convirtiendo en bosques de insatisfacción hacia Europa. Si siguen desatendidos, sus flores prevendrán que los jóvenes alemanes cumplan su sueño de una ciudadanía paneuropea.
Por esto es tan urgente que el ordoliberalismo, cuyo tiempo ya expiró, deba ser abandonado y reemplazado por una agenda económica y social paneuropea progresista y macroeconómicamente sensata. Si echamos un vistazo al terreno político actual, horas antes de que se abran las urnas, las únicas fuerzas políticas que veo que estén en sintonía con esto son Die Linke, tal y como lo personifica Katja Kipping, y elementos de los Verdes que aún no han sido incorporados a los lobbies ordoliberales o prodiésel dentro del partido.
 
Artículo originalmente publicado en alemán en freitag.de

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