Durante los últimos siete meses, los pilotos y tripulaciones de Ryanair han luchado con uñas y dientes por sus derechos laborales más básicos. Su afirmación es simple: Ryanair debe respetar la legislación laboral y la jurisdicción local. Pero el director general de Ryanair, Michael O’Leary, y las autoridades ante las que es responsable, se niegan a escuchar.
Desde su creación, Ryanair ha estado en el centro de muchos escándalos de ahorro de costes: pagando poco a sus empleados, cargando poco combustible a sus aviones y, por supuesto, haciendo todo lo posible por evadir impuestos.
Al principio, gran parte del público toleraba este comportamiento sobre la base de que aportaría beneficios al consumidor. Los bajos precios de Ryanair obligarían a las demás compañías a adaptarse, lo que, en última instancia, garantizaría unos billetes de avión mucho más asequibles. Esto se consideró una democratización de los viajes en avión.
Hoy en día, el panorama es mucho más variado. El público es consciente de las intolerables condiciones laborales de su tripulación y de los riesgos asociados a esta estrategia de reducción de costes. Como resultado, muchos están dando la espalda al sueño podrido de viajar en avión a bajo coste.
Desgraciadamente, la gestión de Ryanair parece impasible. Obsesionados por la búsqueda de beneficios a corto plazo, mantienen una gran carga de trabajo y presión salarial sobre sus empleados.
Sin embargo, los trabajadores de Ryanair no han abandonado la lucha. Respondiendo al llamamiento de los sindicatos portugueses, italianos, holandeses, belgas, españoles y alemanes, los tripulantes de vuelo de Ryanair han estado dirigiendo un movimiento de huelga que está atrayendo cada vez más la atención. Hasta ahora Ryanair ha mantenido una postura dura hacia este movimiento, pero las grietas están apareciendo. El primer golpe se produjo cuando la Comisión Europea, que no suele estar de parte de los sindicatos, reconoció que los huelguistas de Ryanair tenían un derecho justo. La segunda se produjo cuando la tasa de aprobación cayó dentro del consejo de administración de Ryanair cuando el 30% de sus miembros se opusieron a la línea dura oficial hacia las demandas de los empleados.
Este movimiento, conocido como «Ryanair Must Change» («Ryanair Debe Cambiar»), tiene una importancia central para el futuro de las relaciones laborales europeas. Como dice Fernando Gandra, uno de los organizadores del movimiento: «cuando se lucha contra una potencia multinacional hay que organizarse a nivel multinacional». Esta es exactamente la filosofía que promovemos en DiEM25 y en Primavera Europea. Para derrotar a las potencias empresariales transnacionales como Ryanair, debemos ampliar nuestras estrategias de movilización y nuestra comprensión de la responsabilidad democrática.
Los huelguistas de Ryanair están abriendo el camino para este cambio de conciencia. Están en primera línea de la batalla por una Europa social y les ofrecemos todo nuestro apoyo. Siguiendo sus pasos podríamos ser capaces de conquistar nuevos derechos como ciudadanos, nuevos progresos como trabajadores y nuevas esperanzas como seres humanos.
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