Por Thomas Seibert y Yanis Varoufakis, miembros del Colectivo Coordinador de DiEM25
Como hicimos con el brexit, rechazamos responder de forma binaria (permanecer o abandonar, Clinton o Trump) a la pregunta a que se enfrentan los votantes.
Tal y como lo vemos, Clinton y Trump son las dos caras de una misma moneda desgastada, que recuerda a los espejismos medio disipados del giro neoliberal del capitalismo global. El feroz choque entre ellos, igual que el choque entre David Cameron y Boris Johnson en la campaña del brexit, enmascara el hecho de que el bando progrobalización del establishment (Clinton y Cameron) y el bando antiestablishment populista (Trump y Johnson) son, en realidad, cómplices, que se alimentan el uno del otro y, juntos, mantienen fuera de la agenda todas las cosas que son vitales para la inmensa mayoría.
Sin embargo, esto no quiere decir que debamos permanecer neutrales. Aunque no apoyemos a ninguno de los dos candidatos, al mismo tiempo no nos mantendremos al margen. Nuestro mensaje a nuestros amigos y compañeros estadounidenses es que jueguen su papel impidiendo una presidencia de Trump sin apoyar a Hillary. ¿Qué implica esto en la práctica? Implica que, en aquellos Estados que ya parezcan decididos, los principios de DiEM25 sugieren un voto por Jill Stein, la candidata del Partido Verde. Pero, en los Estados en que haya un equilibrio, tal y como Noam Chomsky, nuestro colega miembro del Colectivo Coordinador de DiEM25, recomienda, “nos tapamos la nariz y votamos a Clinton”.
Os llamamos por dos razones: primero, porque Trump está resucitando intencionadamente el lenguaje del odio y la intolerancia para apropiarse de la justa ira de los ciudadanos que se sienten rechazados, para forzarles al servicio de la misantropía organizada. Sí, Clinton es geopolíticamente peligrosa, servil a Wall Street, profundamente desdeñosa del proceso democrático (hecho evidente por la manera en que conspiró junto a sus “colegas” del Partido Demócrata para privar a Bernie Sanders de las oportunidades básicas que deben proporcionarse a todos los candidatos en las primarias). Pero, el uso de Trump de (citando a Hegel) la “furia de la destrucción” presenta un espectro desastroso para la política democrática. Decimos que es mejor enfrentarse a un enemigo que se esconde tras una retórica de traición que enfrentarse a un enemigo que muestra su auténtico rostro en su retórica de resentimiento.
La segunda razón es estratégica. Ningún gobierno, ni siquiera el mejor posible, otorgaría la democracia al demos. Los gobiernos pueden ayudar, pero aun con la mejor de las intenciones obstaculizan la democracia, porque “democracia” significa gobierno del demos, no de una élite elegida. Por esta razón, DiEM25 nunca apoyará un gobierno incondicionalmente. Con esto en mente, votaríamos por Clinton en un Estado oscilante solo porque una presidencia de Clinton creará un mayor espacio para la continuación y la progresiva cultivación de la “revolución política” iniciada por la Campaña de Sanders.
Nuestro objetivo mañana, como demócratas, debería ser el siguiente: votar por Jill Stein para mostrar nuestra oposición tanto a Clinton como a Trump, excepto en los Estados vacilantes donde votaremos por Hillary para crear el espacio para luchar contra el fascismo nativista de Trump y su cómplice, una Casa Blanca de Hillary inclinada a una geopolítica peligrosa, la reproducción del privilegio y la servidumbre a Wall Street.
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