Foodora riders' protest

Así son las condiciones laborales de quienes te reparten la comida a domicilio

Por Marta Garijo / Ana Requena Aguilar
Artículo publicado originalmente en El Diario
 

Repartidores de comida, envíos de paquetes a domicilio o chóferes de vehículos. Estos son algunos de los trabajos que se están creando dentro del concepto que se conoce en el mundo anglosajón como gig economy, que se podría traducir como economía de los pequeños encargos. Unas empresas, que en su mayoría funcionan a través de apps. Nombres como Just Eat, Deliveroo, Glovoo, Amazon, Uber o Airbnb se encuentran, en diferente medida, entre estos nuevos jugadores. Son empresas que funcionan como plataformas de contacto entre los establecimientos y el consumidor que quiere recibir en su casa (o en su oficina) un pedido y que tienen estructuras laborales ligeras por lo que trabajan con repartidores o conductores autónomos.

Manuel es un repartidor veterano en Deliveroo. En marzo empezó a trabajar para la empresa con la idea de vivir de ello como autónomo. Los cuatro euros con veinte que pagan por pedido lo hizo imposible. «Es muy difícil vivir solo de esto, yo lo intenté hasta que vi que era imposible. Me busqué un trabajo por la mañana para completar». Deliveroo les asegura dos pedidos a la hora. A cada pedido extra que sobrepase ese objetivo se le añade un euro más. «Pero lo normal es tener dos a la hora», dice.

Fuentes de Deliveroo explican que la compañía anuncia las franjas horarias donde se pueden apuntar los repartidores cada semana. El hecho de que se hayan apuntado no quiere decir que tengan que repartir porque hasta el último momento pueden decidir, señala.

Este medio se ha puesto también en contacto con Just Eat, que ha declinado contestar sobre las condiciones laborales de sus repartidores.

Cómo funcionan

Deliveroo publica los turnos online los lunes, explica Manuel. A partir de ahí, todos los repartidores se lanzan a por ellos. Hay turnos de media hora pero también de tres horas, cada uno elige el que prefiere. «Luego la empresa hace reajustes, a veces te quita turno, otras te pone», reconoce. Conseguir más de 20 ó 25 horas semanales es muy complicado. «Hay quejas de gente que quiere y no lo consigue». El tiempo y la valoración de cada repartidor influye también en el reparto. «Al final nos monitorizan por GPS y los tiempos cuentan. También te premian si eres veterano», dice.

¿Qué pasa si no puedes hacer tu turno? «Puedes soltarlo y que lo coja otro compañero. Eso sí, hasta que alguien no lo coja te sigue correspondiendo a ti», explica este repartidor. Si es por enfermedad, pueden llamar a la empresa. «En principio no pasa nada, a ellos lo que les importa es que repartas viernes, sábado y domingo. Si empiezas a dejar de hacer turnos o nunca los coges van a dejar de contar contigo», cuenta Manuel, que ya ha cogido en alguna ocasión días de vacaciones. «Puedes cogerlas si lo avisas con quince días de antelación o así. Te pueden decir si les va mejor o peor, pero al final la última palabra es tuya».

Luis es otro repartidor que utiliza la bici para este trabajo y explica que ya lo fue antes con Take Eat Easy (una compañía que cerró) y ahora lo es con Deliveroo. Luis dice que sí que ha podido llegar a realizar las horas suficientes para cobrar una cantidad asimilable a un sueldo, lo que significa trabajar muchas horas. «Tienes que tener además en cuenta que este trabajo te genera un desgaste físico por el que tienes que ir al fisio, algo que tienes que pagar tú», apunta. Los trabajadores al ser autónomos tienen que poner sus medios de transporte, en este caso la bicicleta, por lo que si se estropea el arreglo corre de su cuenta.

El peso de este nuevo sector es creciente, aunque difícil de medir porque engloba diferentes actividades y sus fronteras no están del todo fijadas. Una investigación del centro de estudios Brookings en Washington publicada hace unas semanas señala que es «complicado»  saber si estos nuevos trabajos a demanda van a «canibalizar» los tradicionales asalariados. Pero pone sobre la mesa, cómo las empresas que se denominan «sin empleados» han ido aumentando su importancia hasta suponer 24 millones de prestadores de servicios (los repartidores o similares) en 2014, frente a los 15 millones de 1997. Unas cifras que se pueden comparar con los 145 millones de asalariados que había en el país en 2014 frente a los 129 millones de 1997. Los investigadores señalan que es complicado medir las cifras de este sector económico dado su novedad y la falta de registros oficiales. Apuntan además que los dos sectores donde más se mueve esta actividad es en el transporte y en el alojamiento.

¿Falsos autónomos?

Las compañías rechazan tener relación de asalariados con ellos y venden estos puestos de trabajo como positivos por su flexibilidad a la par que facilitan el acceso a una manera de tener ingresos que puede ser complementaria a otra actividad. En la otra cara de la moneda se encuentran unas condiciones laborales inestables, con ingresos irregulares y en los que muchos señalan que es complicado llegar a un sueldo.

El caso donde la polémica ha sido más evidente ha sido con Uber, donde un tribunal de Londres condenó a la empresa a reconocer a varios conductores como empleados de la compañía con todos sus derechos, como vacaciones pagadas, descansos o salario mínimo. El experto en este tipo de nueva economía Adrián Todoli cree que la sentencia británica podría trasladarse prácticamente en su totalidad a España. Tradicionalmente, recuerda este abogado, los tribunales han determinado si un trabajador es o no asalariado basándose en si la empresa dictaba instrucciones: si lo hace, sí existe una relación laboral.

Jo Bertram, director general de Uber en Reino Unido, señaló en un comunicado tras conocerse la sentencia que hay miles de conductores en Londres que conducen con la compañía porque lo que quiere es ser «sus propios jefes». «La gran mayoría de conductores que utilizan la aplicación de Uber quieren mantener su libertad y flexibilidad de ser capaces de conducir cuando y donde quieren», añade.

«Uber y las empresas similares alegan que, por ejemplo, no dan un horario al trabajador y que todos son autónomos. Sin embargo, hay algoritmos que funcionan y que determinan el trabajo de estas personas», dice Todoli. El experto señala otras de las razones, que también aparecen en la sentencia contra Uber como que si la empresa, aunque sea a través de un algoritmo preparado para ello, mantiene desconectado o no da trabajo a un conductor o un mensajero estos no pueden hacer su trabajo.»Se utilizan eufemismos, como estar offline, pero en muchos de estos casos podemos estar hablando de un despido», apunta Todoli.

Los conductores de Uber en Estados Unidos también acudieron a los tribunales por considerarse como asalariados. Sin embargo, en ese caso no llegaron a jucio. La empresa pactó con sus trabajadores que siguieran como autónomos a cambio de compensarles con 100 millones de dólares. Todoli dice que es habitual que estas empresas hagan firmar a estos trabajadores un acuerdo en el que se reconocen como autónomos y renuncian a reclamar otros derecho y en el que se incluye una cláusula de arbitraje. Es decir, cualquier disputa se resolverá en tribunales de arbitraje, no laborales. No obstante, en EEUU cada vez más tribunales están dictando sentencias sin tomar en consideración estas cláusulas.

Sobre si es necesario o no cambiar la legislación para adaptarse a los nuevos empleos, el experto afirma que con las normas actuales los tribunales ya pueden considerar a estos trabajadores como asalariados. «Pero habría que cambiarla para dejarlo más claro. Hay un nuevo modelo productivo y hace falta una nueva legislación que se adapte», dice.

 

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