Desorden bajo el cielo

Slavoj Žižek, uno de los primeros firmantes de DiEM25, dirige su mirada crítica hacia el “desorden” de la UE a la luz del Brexit. Nos recuerda que las “crisis son dolorosas y peligrosas” pero que también son “el terreno en el que deben librarse y ganarse las batallas”. Escribe que el resultado del Brexit nos ofrece “una oportunidad única de reaccionar a la necesidad de un cambio radical de una manera más apropiada, con un proyecto que rompa el círculo vicioso de la tecnocracia de la UE y del populismo nacionalista”. De una manera que refleja completamente el manifiesto de DiEM25, concluye que “la verdadera división de nuestro cielo no se halla entre la tecnocracia anémica y las pasiones nacionalistas, sino entre su círculo vicioso y un nuevo proyecto paneuropeo que asumirá los auténticos retos a que la humanidad se enfrenta en el día de hoy”.
En los últimos años de su vida, Freud formuló la famosa pregunta “¿Was will das Weib?” (“¿qué es lo que quiere una mujer?”), admitiendo su perplejidad ante el enigma de la sexualidad femenina. Una perplejidad similar crece hoy, acerca del referéndum del Brexit: ¿qué es lo que quiere Europa?
Lo que realmente está en juego con este referéndum se hace claro si lo localizamos en su contexto histórico más amplio. En la Europa Occidental y del Este, hay signos de una organización a largo plazo del espacio político. Hasta hace poco, el espacio político estaba dominado por dos partidos principales que se dirigían a todo el cuerpo electoral, un partido de centroderecha (democratacristiano, liberal-conservador, popular…) y un partido de centroizquierda (socialista, socialdemócrata…), con partidos más pequeños que se dirigían a un electorado más reducido (ecologistas, neofascistas, etc…). Ahora, está emergiendo de manera progresiva un partido que defiende el capitalismo global como tal, habitualmente con una tolerancia relativa hacia el aborto, los derechos de los homosexuales, las minorías religiosas y étnicas, etc.; en oposición a este partido se encuentra un partido populista antinmigración cada vez más fuerte y, en sus extremos, va acompañado directamente de grupos neofascistas racistas. El caso ejemplar aquí es Polonia: tras la desaparición de los excomunistas, los principales partidos y el partido liberal de centro “antiideológico” del exprimer ministro Donald Tusk y el partido cristiano conservador de los hermanos Kaczynski. Las preguntas del centro radical hoy en día son: ¿cuál de los dos partidos principales (los conservadores o los liberales) tendrá éxito en presentarse a sí mismo como la encarnación de la no-política postideológica contra el otro partido, menospreciado como “aún atrapado por antiguos espectros ideológicos”? A principios de los 90, los conservadores era los mejores en eso; después, fueron los izquierdistas liberales los que parecían sacar ventaja, y ahora, es contra los conservadores.
El populismo antinmigración devuelve la pasión a la política, habla en términos de antagonismos, del Nosotros contra el Ellos, y uno de los signos de confusión de lo que queda de la izquierda es la idea de que uno debe tomar este enfoque apasionado de la derecha: “¿si Marine le Pen puede hacerlo, por qué nosotros no?” Así que uno debe volver a su fuerte estado-nación y movilizar pasiones nacionales… una lucha ridícula, perdida de antemano.
¿Qué es lo que quiere Europa? Básicamente, Europa está atrapada en un círculo vicioso, entre la tecnocracia de Bruselas incapaz de sacarla de su inercia, y la ira popular contra esta inercia, una ira apropiada por nuevos movimientos de izquierdas radicales, pero principalmente por el populismo de derechas. El referéndum del Brexit se ha movido entorno a esta nueva oposición, que es por lo que había algo terriblemente equivocado en todo ello. Para verlo, uno solo tiene que mirar a los extraños compañeros de cama que se han encontrado juntos en el sector del Brexit: “patriotas” derechistas, nacionalistas populistas impulsados por el miedo a los inmigrantes, combinados con la ira de una clase obrera desesperada… ¿acaso no es esta mezcla de racismo patriótico con la ira de la “gente corriente” el terreno ideal para un nuevo fascismo?
Que no nos engañe la intensidad del involucramiento personal en el referéndum, la opción escogida ofuscó las auténticas preguntas: cómo luchar contra “acuerdos” como el TTIP que presentan una amenaza real a la soberanía nacional, cómo enfrentarse a las catástrofes ecológicas y desequilibrios económicos que producen más pobreza y migraciones, etc. La decisión del Brexit implica una seria regresión para estas luchas auténticas… basta tener presente lo importante que fue para el Brexit el argumento de la “amenaza de los refugiados”. El referéndum del Brexit es la prueba definitiva de que la ideología (en el buen y antiguo sentido marxista de “falsa conciencia”) está bien viva en nuestras sociedades. Por ejemplo, el caso del referéndum del Brexit es un ejemplo perfecto de la falsedad de las llamadas a restaurar la soberanía nacional (la idea central de que “son los británicos, en vez de unos burócratas anónimos y no electos de Bruselas, los que deberían decidir el destino del Reino Unidos”):
“¡En el corazón del Brexit se halla una paradoja digna de ser articulada! Inglaterra quiere retirarse del control administrativo y burocrático de Bruselas, un control que es visto como una amenaza para su soberanía, por tal de poder organizar mejor el desmantelamiento de su soberanía (mediante una mayor sumisión radical a la lógica del capitalismo global) por su propia mano. ¿Acaso no presenta los síntomas de un instinto suicida? Este organismo quiere morir a su propia manera, en sus propios términos. Esta es la paradoja en el corazón del pensamiento republican americano: queremos “recuperar nuestro país” con tal de poder someterlo mejor, así como a todos los seres vivos, bajo la lógica de mercado”. (Eric Santner, comunicado personal)
¿No se confirma esta paradoja con una simple ojeada a los conflictos entre el Reino Unido y la UE de las últimas décadas? Cuando trataban sobre los derechos de los trabajadores, era la UE la que exigía limitar las horas de trabajo semanales, etc., y el gobierno del Reino Unido se quejaba de que esa medida afectaría a la competitividad de la industria británica… En breve, la tan vilipendiada “burocracia de Bruselas” también era una defensora de los derechos mínimos de los trabajadores, de la misma manera que hoy es la defensora de los derechos de los refugiados contra muchos estados-nación “soberanos” que no están preparados para acogerlos.
Cuando a Stalin le preguntaron, a finales de los años 20, qué desviación es la peor, si la derechista o la izquierdista, este contestó: “¡ambas!” ¿No es lo mismo con la decisión a que se enfrentaban los británicos? Seguir en la UE era “peor”, dado que implicaba persistir en la inercia que mantiene a Europa en el atolladero. Salir de la UE era “peor”, ya que hacía que no cambiar nada pareciera deseable. En los días que precedieron al referéndum, había un pensamiento pseudoprofundo que circulaba por nuestros medios: “cualquiera que sea el resultado, la UE no volverá a ser la misma, será deñada irreparablemente”. Sin embargo, la verdad es justo la contraria: “nada ha cambiado realmente, salvo que la inercia de Europa resultaba imposible de ignorar. Europa volverá a perder tiempo en largas negociaciones entre los miembros de la UE, que continuarán imposibilitando cualquier proyecto político a gran escala. Esto es lo que aquellos que se oponían al Brexit no supieron ver: conmocionados, ahora lamentan la “irracionalidad” de los votantes del Brexit, ignorando la desesperada necesidad de cambio que el voto ha hecho palpable.
Por esta razón, hay que apoyar completamente la postura de la UE de que el abandono del Reino Unido debe llevarse a cabo tan rápido como sea posible, sin largas consultas preliminares. Como es comprensible, los partidarios del Brexit en el Reino Unido ahora quieren el pastel y comérselo (o, como un comentarista destacó con malicia, quieren un divorcio en el que aún puedan disfrutar del lecho marital). Ellos quieren con desesperación abrir un camino intermedio (la propuesta de Boris Johnson de que el Reino Unido debe mantener el acceso abierto al mercado común fue adecuadamente desestimada como una quimera).
La confusión subyacente al referéndum del Brexit no se limita a Europa: forma parte de un proceso mucho mayor de la crisis de la “fabricación del consenso democrático” en nuestras sociedades, de la brecha creciente entre las instituciones políticas y la ira popular, la ira que ha creado a Trump así como a Bernie Sanders en los Estados Unidos. Hay señales del caos en todas partes: hace unos pocos días, el debate del control de armas en el congreso estadounidense se convirtió en un caos de república bananera, con una brusquedad por parte de los congresistas que normalmente asociamos a países del tercer mundo… ¿Es motivo para desesperar?
Recordad el viejo lema de Mao Zedong: “hay un caos absoluto bajo el cielo; la situación es excelente”. Una crisis debe ser tomada con seriedad, sin espejismos, pero también es una oportunidad para ser completamente explotados. Pese a que las crisis son doloras y peligrosas, también son el terreno en que deben librarse y ganarse las batallas. ¿Acaso no hay también una lucha en el cielo, no está el cielo también dividido? ¿Y no ofrece la confusión actual una oportunidad única de reaccionar a la necesidad de un cambio radical de una manera más adecuada, con un proyecto que rompa el círculo vicioso de la tecnocracia de la UE y el populismo nacionalista? La verdadera división de nuestro cielo no se halla entre la tecnocracia anémica y las pasiones nacionalistas, sino entre su círculo vicioso y un nuevo proyecto paneuropeo que asumirá los auténticos retos a que la humanidad se enfrenta en el día de hoy.

En sus Notas para la definición de la cultura, T. S. Eliot destacó que hay momentos en que la única elección es entre la herejía y la no creencia, en que la única manera de mantener viva una religión es iniciar una división sectaria de su cadáver principal. Eso es lo que debe hacerse hoy. Ahora que, en el eco de la victoria del Brexit, las llamadas a otras salidas de la UE se multiplican por toda Europa, la situación requiere un proyecto herético: ¿quién aprovechará la oportunidad? Desafortunadamente, no será la izquierda, famosa por su impresionante habilidad de nunca perder la oportunidad de echar a perder toda oportunidad…

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