Artículo de Marco Bascetta y Sandro Mezzadra en in Il Manifesto:
Ciertamente, no escaseó la atención mediática hacia Yanis Varoufakis, el exministro de Finanzas de Grecia. Con una sala a reventar y periodistas haciendo cola, la conferencia de prensa abrió el meeting organizado en el Volksbühne de Berlín para la presentación del manifiesto de DiEM25 (el Movimiento Democracia en Europa 2025) la noche del martes. El manifiesto aspira a compilar un programa multianual de democratización de los movimientos sociales, partidos políticos, círculos intelectuales, asociaciones, trabajadores cognitivos y artistas activos a nivel continental para la UE.
Las respuestas de Varoufakis fueron extremadamente claras y efectivas, especialmente respecto a un punto que se hallaba entre los más sensibles: la relación entre esta iniciativa y las posturas en diversos países europeos que, frente a la gestión neoliberal de la crisis del euro, apuntan a una recuperación de la soberanía y la moneda nacional. Estas posturas son respaldadas por distintas fuerzas de la izquierda, tanto tradicional como innovadora. Algunos de los nombres más conocidos que apoyan puntos de vista similares son Oskar Lafontaine en Alemania y Jean-Luc Mélenchon en Francia. La postura de Varoufakis sobre este punto fue un rechazo inequívoco. El núcleo de su iniciativa es llevar a cabo una repolitización del espacio e instituciones de Europa, como un antídoto contra las tendencias fragmentadoras, el aislamiento y la competitividad.
En pocas palabras, un antídoto contra la deriva hacia un escenario de relanzamiento de unos años 30 “posmodernos”, un riesgo contra el que ha advertido a menudo. Solo la derecha más o menos extrema puede beneficiarse del discurso nacionalista, como las tendencias electorales en Europa demuestran repetidamente.
El día de la presentación de DiEM en el Volksbühne se dividió en largas conversaciones temáticas, como una jam sesion a la que asistieron activistas e intelectuales, trabajadores de los medios, sindicalistas y representantes de experiencias municipales innovadoras, empezando con la de Barcelona. Nadie representaba a organizaciones o grupos, todos provenían de una pluralidad de experiencias colectivas. El debate dio pie a un “mapeo cognitivo” de la crisis europea, y entonces se centró en un análisis más específico de la situación económica y de cuál será el papel de DiEM en los próximos meses. El día terminó con el lanzamiento del manifiesto, en una sala llena por cientos de personas, con pantallas en el exterior para aquellas que no pudieron entrar.
Durante la conferencia de prensa, así como durante el “real talk” (el programa de debate organizado por European Alternatives, al que acudió la noche del lunes), Varoufakis adoptó un estilo marcadamente “postideológico”, casi en el otro lado del océano. Ciertamente, no esconde su militancia en la izquierda, pero ahora se dirige a “todos los demócratas, liberales, verdes y radicales”. Puesto que la cuestión en el centro de la gobernanza europea, insistió Varoufakis, es una dramática disminución de la democracia, con la exclusión total de los ciudadanos (el demos) de los procesos de toma de decisiones.
Con esto en mente, la experiencia del año 2015 en Europa ha sido esclarecedora, tanto sobre el choque entre el gobierno griego y la troika de los acreedores como sobre la llamada “crisis migratoria” y sus reflejos en la relación entre los países miembros de la Unión Europea: la profundización de la brecha entre el este y el oeste, así como entre norte y sur, las grietas son cada vez más evidentes en Schengen.
Respecto al movimiento de refugiados e inmigrantes hacia Europa, Varoufakis expresó de nuevo posturas bien claras: frente a aquellos que huyen de la guerra y la pobreza “no se pueden realizar cálculos coste-beneficio” y Europa no puede escapar de su deber de aceptar su propia historia. Una historia que, a través del colonialismo, cambió irreversiblemente el equilibrio mundial.
La ambición que caracteriza al proyecto de DiEM no es en absoluto modesta. Esto no es una simple reclamación de las formas y procedimientos democráticos. Todo lo contrario, estamos hablando del contenido social del proceso que da sustancia políticamente a la democracia europea. Con este objetivo, la izquierda, tal y como la conocemos y aún más tras las muchas derrotas sufridas en los últimos años, no tiene suficiente fuerza. Es necesaria una innovación política radical, capaz de construir físicamente una democracia que no existe a escala continental y que parece vacía de legitimidad y contenido a nivel de país.
Desde esta perspectiva, Varoufakis enfatizó la crucial importancia, dentro de un proceso calificado de “constituyente”, de la acción independiente respecto a los movimientos y luchas sociales. Sin sorpresa alguna, su estancia en Berlín empezó el domingo con un discurso a la asamblea de Blockupy, la coalición que organizó la ocupación de la Eurotower en Frankfurt el 18 de marzo.
Un movimiento para la democracia en Europa aún tiene muchos obstáculos en su camino, aunque es muy urgente. Y es inevitable que este movimiento embrionario se refleje en el carácter aún genérico e indefinido de la misma demanda de democracia a escala europea. Esto, por supuesto, refleja el estado actual del proyecto de DiEM. Aun así, la riqueza del debate abierto en Berlín, la heterogeneidad de los participantes y lenguas e incluso el entusiasmo que lo caracterizaron indican claramente la apertura de nuevas posibilidades políticas reales. En los próximos meses, veremos cómo se hace efectivo.
¿Quieres mantenerte informado/a sobre las actividades de DiEM25? Suscríbete aquí