El día después

Comentario exclusivo de James Galbraith para DiEM25
Las bases para la debacle del Brexit se asentaron el pasado julio cuando Europa pulverizó al último gobierno progresista y proeuropeo que se verá, posiblemente, en la UE – el gobierno de SYRIZA elegido en Grecia en enero de 2015. La mayoría de británicos no se sintieron involucrados en el trauma griego. Seguramente, muchos miraron con recelo a los líderes helenos. Pero debieron darse cuenta de cómo Europa menospreció a Grecia, cómo regañó a sus funcionarios, cómo dictó sus condiciones y cómo convirtió a un país rebelde en un ejemplo, para que nadie se viera jamás tentado a seguir el mismo camino.
Si la destrucción de Grecia ayudó a establecer el tono, el Leave (“fuera”) ganó al convertir el referéndum británico en una fea expresión del nativismo inglés, alimentándose de las frustraciones de una nación profundamente desigual, irónicamente dividida por las mismas fuerzas de la reacción y la austeridad que ahora se harán con el poder. Las consecuencias políticas han mandado un duro mensaje a los europeos residentes en Gran Bretaña, y a los muchos a los que les hubiera gustado venir. Las consecuencias económicas dejarán a Gran Bretaña en manos de mentecatos que creen que la desregulación es la fuente universal de crecimiento.
Que una campaña tal haya podido triunfar – y pronto conducirá a un gobierno de extrema derecha en Gran Bretaña – es testimonio de la despótica incompetencia de las élites políticas y financieras del Reino Unido y de Europa. El Remain (“dentro”) protagonizó una campaña de miedo, condescendencia y “peseterismo” como si a los británicos solo les preocupara la tasa de crecimiento y la libra. Y los líderes del Remain parecían creer que figuras como Barack Obama, George Soros, Christine Lagarde o una lista de diez economistas del FMI ganadores del Nobel pudieran tener peso entre la clase obrera británica.
Ya que no sucede nada, al menos en un principio, salvo por el comienzo de las negociaciones, las consecuencias económicas inmediatas pueden ser pequeñas. Si la caída de la libra esterlina dura, las exportaciones británicas hasta podrían beneficiarse. Si el mundo se inquieta, el dólar se levantará y las exportaciones de los Estados Unidos podrían sufrir, con posibles consecuencias políticas en América este otoño. Por el contrario, en el caso más probable, los mercados se asentarán y la vida de los británicos seguirá con normalidad en un principio – salvo, como es evidente, para los inmigrantes. Esto desmentirá aún más la campaña del miedo.
Sin embargo, con el paso del tiempo, las estructuras de la UE en el Reino Unido en materia de ley, normativas, transferencias fiscales, comercio abierto, fronteras abiertas y derechos humanos construidas durante cuatro décadas se erosionarán. De qué manera sucederá exactamente – mediante qué proceso de negociación, con qué retribución por parte de los desdeñosos poderes de Bruselas y Berlín, con qué combinación de cambio lento y actos abruptos, con qué consecuencias para la unión de Escocia con Inglaterra – es un claro misterio para los líderes de la campaña del Leave. Esta mañana, han aparecido en la televisión británica tan triunfantes como desconcertados.
Ahora la crisis brota por toda Europa: en los Países Bajos y Francia, pero también en España e Italia, así como en Alemania, Finlandia y el Este. Si la extrema derecha puede alzarse en Gran Bretaña, puede alzarse en cualquier lugar. Si Gran Bretaña se puede marchar, cualquiera puede; ni la UE ni el euro son irrevocables. Y con mayor probabilidad, dadas las predicciones apocalípticas de colapso económico y el “Lehman con esteroides” que precedió al referéndum del Brexit no se harán realidad, esas advertencias tendrán aún menor credibilidad cuando las volvamos a oír.
La Unión Europea ha sembrado el viento. Y puede que acabe cosechando un tornado. A menos que se mueva, y deprisa, no solo para reivindicar una “unidad” vacía, sino para llevar a cabo un New Deal democrático, responsable y realista – o algo que se le parezca mínimamente – para todos los europeos.
James Galbraith es autor de “Welcome to the Poisoned Chalice: The Destruction of Greece and the Future of Europe”
 

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