German nationalism on the rise

Mecklenburgo: por quién doblan las campanas

El partido de extrema derecha Alternative für Deutschland movilizó ayer el 21% del voto en las elecciones regionales de Mecklenburgo, superando al partido de la propia Angela Merkel. El corazón de Europa está demostrando ser vulnerable a los síntomas xenófobos y nacionalistas que se alzan por todo el continente.
Los comentaristas del sistema nos dicen que no debemos preocuparnos, que los partidos principales como CDU y SPD conseguirán mantener el control sobre el gobierno regional uniéndose en coalición.
Pero ahí radica el problema.
La gran coalición se ha convertido en el símbolo de la Europa fallida. Los partidos tradicionales de centroizquierda y centroderecha, que hasta hace poco representaban a la vasta mayoría del electorado, hoy se ven obligados a unir fuerzas para mantener a los insurgentes a raya y garantizar la gobernabilidad; por poco y a duras penas.
Lamentablemente, una retirada a la fortaleza del statu quo no salvará a Europa de la recreación postmoderna de la década de 1930. La desconfianza hacia el establishment político y las instituciones democráticas es solo una reacción al espectáculo de las principales corrientes políticas atrincherándose para defender un sistema político y económico que ya no sirve a la mayoría: una economía inservible en una democracia inservible.
La crisis económica y de refugiados son dos fracasos clave de nuestro sistema inservible. ¿Qué soluciones se presentan? Un soborno al régimen autoritario de Erdoğan para intentar mantener a los refugiados fuera de la UE. La austeridad (y en el mejor de los casos unos pocos puntos decimales de “flexibilidad” presupuestaria) para gestionar un desastre económico que dura ya casi diez años sin signos de mejoría.
Alemania está en el corazón de ambos fracasos. En el frente económico, es el país del “No” (No a los eurobonos, No a los planes comunes de inversión, etcétera) y el principal culpable, por la ceguera ideológica de su gobierno, de la perseverancia de una mezcla de políticas de la UE que la mayoría de economistas del mundo consideran un fracaso. Y un fracaso también para Alemania: puede que este país sea el motor de Europa, pero también es el país con el mayor porcentaje de trabajadores pobres, muchos de los cuales viven en lugares como Mecklenburgo, una región con un PIB per cápita más cercano a la media griega que a la alemana.
Pero en cuanto a inmigración, ayer le tocó a Alemania sufrir los efectos de las políticas del “No”. Y especialmente el No pronunciado por un gran número de Estados miembros ante la idea de un plan común europeo para la redistribución y gestión de la llegada de refugiados. Un plan que habría reducido las inquietudes del electorado alemán y ayudado a corregir un fenómeno que sería totalmente manejable para una Unión de 500 millones de personas.
En su lugar, nuestro continente está bloqueado por vetos mutuos mientras nuestros gobiernos eligen mirarse el ombligo con la esperanza de que los problemas se resolverán por sí solos.
Pero no lo harán. Nos enfrentamos a la tormenta en barcos de papel pilotados por capitanes borrachos. La timidez del establishment es una receta para el desastre. La creciente sensación de exclusión política y económica de muchos es real: y está aquí para quedarse. Representa un fracaso generalizado del sistema al cual ninguno de los partidos principales formula una respuesta convincente.
Seamos honestos con nosotros mismos: el centro no puede, no debe y no va a resistir. Pero para evitar ceder el vacío resultante a los racistas y reaccionarios necesitamos abrir un espacio para una tercera alternativa: simultáneamente en contra de las políticas del establishment y contra el retorno del nacionalismo y la xenofobia.
¿Conseguiremos hacernos a la mar antes de chocar contra las rocas? Con cada día que pasa, se hace cada vez más eveidente que solo un motín paneuropeo enderezará el rumbo.

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