Ninguno de nosotros será libre hasta que las personas LGBTQ+ lo sean

El 17 de mayo de 1990  la homosexualidad fue eliminada de la Clasificación Internacional de Enfermedades Mentales de la Organización Mundial de la Salud OMS. Esto constituyó  un gran paso hacia la deconstrucción de la idea de un comportamiento sexual conveniente e identidad de género que el poder patriarcal trató de imponer en su historia de opresión.  Hoy nos preguntamos, 23 años después, ¿qué ha cambiado?

‘Preferiría que estuvieras embarazada’, le dijo una madre a su hija a fines del siglo XX al descubrir su relación con una mujer a la edad de 19 años. La homofobia comienza en casa, en la familia, en las profundas raíces de las relaciones humanas y en la historia de nuestra civilización. Pero todo ello se transmite a través del poder discursivo de la oligarquía patriarcal que persiste durante siglos.

En el Hemisferio Norte, especialmente, la familia heteronormativa cisgénero ha sido promovida como modelo de estabilidad para la sociedad: la supuesta garantía directa para la procreación en la mayor parte de la población y de la previsibilidad de la organización social a partir de este modelo familiar, creando una rígida “moral” estructural, que posteriormente fueron copiadas y aceptadas como el único modelo aceptado oficialmente entre los diferentes gobiernos y religiones, con sus diversas características.

Con la llegada de las diversas revoluciones que llevaron a la liberalización de las costumbres en las sociedades del Hemisferio Norte, hubo numerosos ejemplos de figuras públicas que expresaron su homosexualidad -y que muchas veces fueron marginadas por ello- pero que contribuyeron a una creciente aceptación de la orientación sexual, haciéndolo cada vez más posible en nuestras sociedades, a pesar de toda la discriminación y la homofobia que aún hoy persiste, como por ejemplo con los jóvenes que se sienten obligados a ocultar su orientación sexual a sus familias hasta lograr la independencia y que en el proceso han sufrido experiencias traumáticas, reprimiendo sus necesidades y poniendo en riesgo su salud mental para el resto de sus vidas.

Hasta 1990, en las llamadas democracias occidentales, la homosexualidad seguía presente en la Lista Internacional de Enfermedades de la Organización Mundial de la Salud OMS, y es por eso que hoy 17 de mayo celebramos el logro de la declaración de que gays, lesbianas, bisexuales y las personas transexuales:

  1. No son enfermos mentales,
  2. No son inmorales, y
  3. Sólo poseen una característica (propia) de su identidad de género u orientación sexual, por lo que de ninguna manera deben ser discriminados, sino celebrados como parte de la diversidad humana.

Sin embargo, no fue la creación de esta fecha conmemorativa, que además de la homofobia hoy incluye la bifobia (discriminación de las personas bisexuales) y la transfobia (discriminación de las personas transgénero), lo que disminuyó la discriminación tan arraigada en nuestra sociedad y que tan bien sirve a los intereses capitalistas, con el mantenimiento de una sociedad estable, predecible y reproductora que sirve tan bien a los intereses capitalistas, que supuestamente alimenta el sistema que la oligarquía retrata como la forma “natural”. Fueron las personas que se sometieron a la discriminación pero que se manifestaron ante sus familias, amigos, compañeros de trabajo y en público. Fueron los movimientos cívicos de liberación que surgieron en todo el mundo.

Por ello, tenemos malas noticias para los defensores del statu quo: las familias heteronormativas cisgénero no son sinónimo de estabilidad o previsibilidad; las personas o familias homosexuales, bisexuales y transgénero deben vivir libremente su derecho a procrear; y cualquier acto de discriminación basado en la orientación sexual o la identidad de género debe ser sancionado por la ley.

Muchos países de la UE venden la imagen de tener leyes equitativas y justas, pero incluso allí, las personas trans aún tienen que someterse a la esterilización antes del cambio de sexo, lo que es, sin exagerar, una privación horrible de sus derechos humanos. Además, estos países ni siquiera implementan las leyes adecuadas y, lo que es más importante, no tienen ningún interés en destruir el capitalismo patriarcal que crea esta estructura social basada en jerarquías, odio y discriminación hacia los demás.

Las personas homosexuales, bisexuales, transgénero y otras minorías sufren tremendamente por ello, lo que se traduce en estadísticas devastadoras: la tasa de intento de suicidio entre las personas transgénero oscila entre el 32 % y el 50 % en todos los países. Todo esto se debe a su entorno que no les deja vivir libremente.

Si bien algunos países de la UE dieron algunos pasos al menos para dar una imagen políticamente correcta de su implementación de la normativa de la UE, hay excepciones que ni siquiera lo intentan. La UE que tiene poco poder para hacer cumplir sus propios llamados principios constitucionales, y cierra los ojos ante los países miembros que todavía hoy practican políticas de discriminación activa contra la homosexualidad, la bisexualidad y las personas transgénero como Polonia, donde se han creado zonas anti-LGBT creadas en nombre de una «no corrupción moral de los niños», o Hungría, donde los derechos, por ejemplo, el derecho a difundir información sobre los derechos LGBT, fundamentales para la no estigmatización de las comunidades LGBT, se limitaron en 2021.

Estos dos países son sólo dos ejemplos de las prácticas, con políticas asumidas o no, que existen en varios países contra la libertad de vivir la propia orientación sexual o identidad de género, que continúa siendo visto como una desviación de un estándar (que no existe), un comportamiento que es posible «corregir», una elección que puede cambiarse con una especie de persuasión intelectual, religiosa o moral. Aparentemente, no estamos tan lejos de la década de los ‘90 y parece que en estos 23 años, a pesar de que cada vez más personas adoptan su orientación sexual e identidad de género, tienen más herramientas para luchar contra la discriminación en su vida diaria. Desafortunadamente, las estructuras de poder instaladas mantienen a la familia nuclear cisgénero como un modelo deseable.

En este Día Internacional contra la homofobia, la bifobia y la transfobia, deseamos que todas las personas, en cualquier lugar de Europa y del planeta, puedan expresar su orientación sexual e identidad de género con total libertad y sin discriminación alguna; que puedan identificarlo desde una edad temprana -porque tienen acceso a la información- y que no sientan ninguna presión para ocultarlo; que puedan asumir su orientación sexual e identidad de género en el hogar, en la escuela, en el trabajo, en la calle, sin restricciones. Que puedan ser verdaderamente libres.

Por tanto, es evidente: necesitamos implementar este sistema para todos nosotros. Uno basado en la solidaridad, en lugar del fanatismo; y en la cooperación, en lugar de la competencia. El progreso social se mide por la calidad de vida de los individuos más desfavorecidos. Una batalla, una lucha hasta que todos seamos libres.

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