El mundo nunca ha necesitado más denunciantes. Y, sin embargo, los denunciantes nunca se han enfrentado a un mayor temor e incertidumbre para hablar en contra de los gobiernos y las empresas.
Uno de los casos de denuncias más notorios, el de Julian Assange, está considerado por una amplia gama de expertos de la ONU como una persecución ilegal. Assange no puede acceder a sus derechos fundamentales por temor a la extradición inmediata. Esto, a pesar de una aparente distensión entre Assange y el nuevo gobierno ecuatoriano.
Este horroroso precedente se opone a la historia de la prensa «Samizdat», una red de publicaciones clandestinas que sostenía opiniones críticas sobre la política soviética y, finalmente, avivó la atmósfera para el Glasnost y la Perestroika. Su intrépido periodismo, publicado a riesgo de sus vidas, arrojó luz sobre el abismo moral del estado totalitario. Mientras que los medios oficiales como Pravda indicaron que todo estaba bien, la prensa de Samizdat habló sobre las necesidades y preocupaciones de la gente común que se les prohibió reconocerlo en público.
La larga sombra de la Guerra Fría ha llevado a muchos expertos a creer ciegamente en la superioridad de las libertades de la prensa estadounidense, alentando la complacencia entre su audiencia.
El caso de Assange debe ser una llamada de atención. Con el próximo rescate del FMI, la ratificación de la ciudadanía y el asilo de Assange que se está revisando, es probable que la expulsión forzosa y la extradición entren en vigor.
DiEM25 cree que la censura no tiene lugar en el periodismo internacional y que todas las opiniones disidentes deben ser toleradas y apoyadas en una sociedad democrática, ya sea en apoyo de la política del gobierno, o no. Hacemos un llamamiento a todas las naciones para que cumplan con los compromisos de la ONU de respetar los derechos humanos con suma urgencia.
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