En la edición del Le Monde de hoy, llamo a los progresistas franceses a votar por Macron en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Francia. El artículo explica mi recomendación a los votantes franceses y termina con la siguiente promesa a Emmanuel:
“Me movilizaré con todas mis fuerzas para ayudarle a derrotar a Le Pen con la misma fuerza con que me uniré a la próxima Nuit Debout para oponerme a su gobierno cuando, y si, usted, como presidente, intenta continuar con este neoliberalismo ya fracasado y sin salida.”
Puedes ver el artículo completo aquí abajo. (También puedes ver la posición colectiva de DiEM25 Francia publicada anteriormente en Mediapart.)
Hace un año, en un evento en la Biblioteca Pública de New York, Noam Chomsky y yo recibimos una pregunta de un miembro del público sobre qué posición tomábamos respecto al inminente duelo electoral entre Donald Trump y Hillary Clinton. Tanto Noam como yo respondimos que, en los Estados oscilantes, los estadounidenses progresistas debían taparse la nariz con una mano y votar a Clinton con la otra.
Los votantes habían recibido un mensaje similar años atrás, en abril de 2002, por parte de todas las figuras líderes de la izquierda francesa cuando Jacques Chirac y Jean Marie Le Pen se vieron las caras en la segunda vuelta de la elección presidencial: “¡Tápate la nariz y vota por Chirac!” fue la frase unánime de la izquierda.
¿Marine Le Pen es realmente una propuesta menos desagradable que su padre? ¿Acaso es Emmanuel Macron peor de alguna manera, desde una perspectiva de la izquierda, que Jacques Chirac en 2002? Si no, ¿por qué algunos líderes de la izquierda actual están decididos a no apoyar a Macron contra Le Pen? Me deja totalmente perplejo.
Los votantes progresistas franceses tienen toda la razón al estar enfadados con Emmanuel Macron.
- Su búsqueda de la desregulación del mercado laboral en medio de una crisis deflacionaria fue un neoliberalismo descabellado.
- Sus propuestas actuales de una reconfiguración de la Eurozona para convertirla en una federación ligera siguen el juego de lleno al gran plan de Wolfgang Schäuble para una unión de la austeridad permanente en la que Francia perderá el poco control que le queda sobre su presupuesto nacional (“Quiero a la troika en París”, oí decir a Schäuble en una ocasión) a cambio de un presupuesto común para la Eurozona que será insignificante a nivel macroeconómico.
- Sus propuestas más recientes para reducir impuestos a la riqueza y retirar el apoyo del gobierno local están del lado erróneo de la historia.
Sin embargo, resulta escandaloso para cualquier progresista mantener una distancia igual entre Le Pen y Macron. Por supuesto que todos deseamos, al menos aquellos que estamos en la izquierda, que el sistema electoral francés no fuera binario. Pero lo es. Y dado que es así, rechazo ser parte de una generación de progresistas europeos que podrían haber parado los pies a Marine Le Pen en su camino a la presidencia francesa, pero que no lo hicieron. Es por esta razón que escribo este artículo: para apoyar inequívocamente la candidatura de Macron en la segunda vuelta. No podemos permitir que el Frente Nacional llegue por accidente al Elíseo debido a nuestra errónea indiferencia táctica.
Aunque esa hubiera sido mi postura hacia cualquiera que se enfrentara a Le Pen con una papeleta no racista, hay algo más en mi respaldo a Macron: [1] durante mi periodo como ministro de Finanzas de Grecia, a principios de 2015, Emmanuel me reveló un lado suyo que pocos progresistas han visto. Mientras la troika de los acreedores de Grecia y el gobierno de Berlín ahogaban los intentos de nuestro recién elegido gobierno de izquierdas para liberar a Grecia de su esclavitud a la deuda, Macron fue el único ministro estatal en Europa que salió del camino para echar una mano. Y lo hizo con un coste político personal.
Recuerdo vívidamente la tarde del 28 de junio de 2015, ese terrible domingo en que el Eurogrupo decidió cerrar nuestros bancos para castigar a nuestro gobierno por resistirse a otro préstamo depredador y a más embistes de austeridad recesiva y antisocial sobre los griegos más débiles. Fue sobre las 6 de la tarde cuando recibí un mensaje de texto de Emmanuel en el que me informaba de que estaba luchando para convencer al presidente Hollande y a Sigmar Gabriel, el vicecanciller de Alemania, para hallar una solución: “no quiero que mi generación sea responsable de la salida de Grecia de Europa”, decía.
En menos de un minuto, le respondí: “Por supuesto. Pero tenga presente que necesitamos un acuerdo que ofrezca un alivio a largo plazo y unas expectativas de que esta situación no se repetirá en pocos meses.” Emmanuel estuvo de acuerdo. Hablaría con su presidente y me respondería: “La solución sostenible es la clave, coincido con usted”, escribió, proponiendo un viaje a Atenas al día siguiente, de incógnito, para comer conmigo y con Alexis con el fin de lograr un acuerdo entre Atenas, Berlín y París.
Tras la medianoche, mientras estábamos enfrascados en nuestros preparativos para el cierre de los bancos, Emmanuel volvió a escribirme para informarme de que el presidente Hollande estaba planeando hacer una declaración por la mañana para reabrir las negociaciones. Le di las gracias y esperé. “Ok”, dijo Emmanuel poco después, “estoy preparado, y estoy seguro de que Alexis, usted y yo podríamos hallar un acuerdo… Convenceré al presidente mañana. ¡Tenemos que lograrlo!”
La mañana siguiente, el lunes 29 de junio, el día en que tenía que visitar Atenas, Emmanuel me llamó para pedirme un favor: ¿podría Alexis contactar con el presidente Hollande para confirmar que estaba dispuesto y decidido a recibir a Emmanuel en Atenas como emisario del presidente de Francia? Llamé a Alexis, le expliqué la oportunidad que se nos presentaba, y estuvo de acuerdo. Una hora después, sin embargo, Alexis me llamó, comprensiblemente molesto. “¿Qué está sucediendo?”, preguntó. “La oficina de Hollande ha respondido que no saben nada sobre un posible viaje de Macron a Atenas. Nos han dirigido a Michel Sapin. ¿Te está tomando el pelo?”
Cuando le transmití este intercambio a Emmanuel, sonó molesto. Su explicación me conmocionó: “La gente que rodea a Hollande no quiere que venga a Atenas. Son cercanos a la Cancillería de Berlín. Han bloqueado claramente la aproximación de Alexis. Pero permítame tener el número de teléfono móvil personal [de Alexis]. Iré al Elíseo en persona en una hora para hablar con él [Hollande] y le pediré que llame a Alexis directamente.”
Transcurrieron algunas horas, pero Hollande nunca llamó a Alexis. De modo que le envié un mensaje a Emmanuel: “¿Debo considerar que no ha habido progreso? ¿Y que su viaje ha sido cancelado?” Un abatido Macron confirmó que había sido bloqueado, por el presidente y su séquito presidencial. “Me seguiré esforzando para ayudarles, Yanis, créame”, prometió. Yo le creí.
Tres meses después de mi dimisión, en octubre, me reuní con Emmanuel de nuevo en París. Me contó que en una cumbre antes de su fallido intento de mediar con Alexis, había empleado mi frase de que el acuerdo de la troika para Grecia era una versión moderna del Tratado de Versalles. Merkel le había oído y, según Emmanuel, ordenó a Hollande que mantuviera a Macron fuera de las negociaciones griegas.
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Al aplastar a la Primavera Griega, la troika no solo asestó un golpe a Grecia, sino también a la integridad y al alma de Europa. Emmanuel Macron fue el único miembro del establishment que intentó detenerlo. Siento que es mi obligación asegurarme de que los progresistas franceses, cuando están a punto de entrar (o no) en los colegios electorales por la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Francia, tomen su decisión con total conocimiento de esto.
Por mi parte, la promesa a Emmanuel es la siguiente: Me movilizaré con todas mis fuerzas para ayudarle a derrotar a Le Pen con la misma fuerza con que me uniré a la próxima Nuit Debout para oponerme a su gobierno cuando, y si, usted, como presidente, intenta continuar con este neoliberalismo ya fracasado y sin salida.
[1] El siguiente es un extracto de mi libro “Adults in the Room: My battle against Europe’s Deep Establishment”, publicado en Londres por Bodley Head el 4 de mayo y más adelante en francés por Les Liens qui Liberènt.
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