Hace algunas semanas, The Guardian pidió a varios autores que le escribieran una carta íntima a… Gran Bretaña (Querida Gran Bretaña…), explicando por qué queremos que se quede en la Unión Europea. Estas son las cartas escritas por dos de los fundadores de DiEM25: Slavoj Žižek y Yanis Varoufakis.
Slavoj Žižek
Eslovenia
Querida Gran Bretaña,
Cuando le preguntaron a Stalin, al final de la década de 1920, qué era peor, si la derecha o la izquierda, contestó bruscamente: “¡Las dos son lo peor!”. Y esa es mi primera reacción a la cuestión de si abandonar o no la Unión Europea.
No me interesa enviar cartas de amor al público británico con un mensaje sentimental: “¡Por favor, quedaos en Europa!”. A mí, básicamente, lo que me interesa es una única cuestión. En la actualidad, Europa está presa en un círculo vicioso, oscilando entre dos falsos polos opuestos: la rendición ante el capitalismo global o la rendición al populismo antiinmigración. ¿Cuál es la política que puede darnos una opción de sacarnos de este baile enloquecido?
Los representantes del capitalismo global han negociado de forma secreta acuerdos de comercio como el Acuerdo en Comercio de Servicios (en inglés, ‘Trade in Services Agreement’, TISA) o la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (en inglés, ‘Transatlantic Trade and Investment Partnership’, TTIP). El impacto social del TTIP está bastante claro: defiende, nada menos, que un asalto brutal a la democracia. Nada más obvio que el ejemplo de la Solución de Diferencias entre Inversores y Estados (‘Investor-State Dispute Settlements’, ISDS), que permite a las compañías demandar a los gobiernos si sus políticas les causan una pérdida en sus ingresos. Dicho llanamente: esto significa que las corporaciones transnacionales no elegidas democráticamente pueden dictar las políticas de los gobiernos democráticamente elegidos.
Así pues, ¿cuál sería el precio a pagar por el Brexit en este contexto? Desde una posición izquierdista, hay buenas razones para apoyar el Brexit: un estado-nación fuerte y exento del control de los tecnócratas de Bruselas puede proteger el estado del bienestar y contrarrestar las políticas de austeridad. Sin embargo, lo que me preocupa es el trasfondo ideológico y político de esta opción. Desde Grecia hasta Francia, está surgiendo una nueva tendencia entre los restos que aún quedan en pie de la “izquierda radical”: el redescubrimiento del nacionalismo. De repente, el universalismo se ha esfumado, se ha quedado sin vida, ha dimitido como contrapartida política y cultural al capitalismo global “sin raíces”.
La explicación es sencilla: la encontramos en el ascenso del nacionalismo populista de derechas en Europa occidental, que es hoy la fuerza política que aboga de forma más decidida por los intereses de la clase trabajadora. Y, simultáneamente, es el bloque político más fuerte y talentoso a la hora de encender las pasiones políticas. Sigamos con el razonamiento: ¿por qué debería la izquierda dejar el campo de juego de las pasiones nacionalistas a la derecha radical? ¿Por qué no debería reclamar “la patria del Frente Nacional”?
En el populismo de izquierdas perdura la lógica del NOSOTROS contra ELLOS, pero ELLOS no son los pobres refugiados o los inmigrantes sino el capital financiero y la burocracia de un estado tecnocrático. Este populismo va más allá del anticapitalismo de la vieja clase obrera; intenta aunar una multiplicidad de luchas, desde la ecología al feminismo, desde el derecho al empleo a la educación y la sanidad universales.
La historia recurrente de la izquierda contemporánea es la de un líder o un partido que son elegidos entre el entusiasmo general, que prometen “un mundo nuevo” (Mandela, Lula), y que tarde o temprano, normalmente al cabo de un par de años, se topan con el gran dilema: atreverse a tocar los mecanismos capitalistas o “jugar su juego”. Si alguien altera esos mecanismos es rápidamente castigado con perturbaciones del mercado, caos económico y todo lo demás. Así pues, ¿cómo podemos llevar las cosas más allá cuando el primer acto, el de la victoria entuasiasta, se ha acabado?
Sigo convencido de que nuestra única esperanza es actuar de forma transnacional, sólo así tendremos una oportunidad de contener al capitalismo global. El estado-nación no es el instrumento correcto para afrontar la crisis de los refugiados, el calentamiento global y otros temas realmente acuciantes. Así que, en vez de oponernos a los ‘eurócratas’ en nombre de los intereses nacionales, intentemos formar una izquierda paneuropea. Y es por este margen de esperanza por lo que estoy tentado a decir: vota contra el Brexit, pero hazlo como un devoto cristiano, que consuela al pecador pero lo maldice secretamente. No compitáis con los populistas de derechas, no les permitáis definir los términos de la lucha. El socialismo nacionalista no es la manera correcta de luchar contra el nacionalsocialismo.
* Against the Double Blackmail [Contra el doble chantaje] ha sido publicado por Allen Lane.
Yanis Varoufakis
Grecia
Querida Gran Bretaña,
El año pasado intenté, y no conseguí, convencer a la cúpula directiva de la UE para que se comportase humanamente con mi maltratado país. Ahora te escribo con una extraña petición: que te quedes en la UE; sí, la misma que aplastó la primavera de Atenas y que se comportó abominablemente desde entonces.
Algunos desplegarán la lógica de los tabloides para explicar mi petición (“Varoufakis quiere que el Reino Unido se quede para pagar el rescate financiero de Grecia”). Otros me acusarán de abandonar la pelea por la restauración de la democracia. Pero aún confío en que su apreciación de la paradoja, propia de los Monty Python, sea capaz de penetrar a través de esta aparente contradicción.
La razón por la que quiero que te quedes es que votar a favor de la salida no te colocará “fuera”. Más que escapar de la UE, el Brexit te mantendrá atada a una Europa más desagradable, triste y crecientemente peligrosa para sí misma, para ti y para el resto del mundo.
Los amos de la City nunca permitirán a un nuevo gobierno presidido por Boris Johnson ni siquiera la posibilidad de pensar en abandonar el mercado único de la UE, aunque Michael Gove sueñe con ello. Lo que significa que todos los aparatos que vendáis en vuestras tiendas cumplirán los estándares de Bruselas, vuestras leyes de protección ambiental serán redactadas en Bruselas, y la regulación del mercado se decidirá (sí, lo has adivinado) en Bruselas.
Así que, incluso después del Brexit, la mayoría de tus leyes se escribirán en los mismos sombríos pasillos de Bruselas, como hasta ahora, con la salvedad de que tú ya no tendrás nada que decir en su formulación. Tu democracia estará tan truncada como hasta ahora, y permanecerás atascada, y además con menos poder, en una Europa cuya fragmentación se acelerará.
La Unión Europea es indudablemente burocrática, opaca y despreciativa hacia el parlamentarismo que tú y yo amamos. Podrías, por lo tanto, concluir que acelerar la fragmentación de la UE no es una mala idea. ¡Piénsalo de nuevo! ¿Su desintegración favorecerá el auge de los demócratas progresistas en toda Europa, empoderará a unos parlamentos que serán guiados por las fuerzas de la luz y la esperanza y fomentará la cooperación armoniosa en el continente? No es probable.
La fragmentación de la UE dividirá el continente al menos en dos partes, con una línea divisoria que bajará por el Rin y atravesará los Alpes. Al nordeste, mandará la deflación, con millones de trabajadores pobres (alemanes, polacos y demás) que irán convirtiéndose en parados. En la parte latina, la prescripción será “inflación + desempleo”. De esa línea divisoria sólo saldrán monstruos políticos que esparcirán misantropía xenófoba por todas partes y garantizarán, a través de competitivas devaluaciones, que tú también seas tragada por el remolino.
Por esta razón te pido que te quedes en nuestra terrible UE. Los demócratas europeos te necesitan. Y tú los necesitas a ellos. Juntos tenemos la oportunidad de resucitar la soberanía democrática en Europa. No será fácil. Pero vale la pena intentarlo.
Cuando era estudiante tenía un amigo que odiaba las fiestas pero que nunca se perdía ninguna porque así tenía algo sobre lo que refunfuñar al día siguiente. Por favor, no seas como él. Por favor, quédate en la UE con entusiasmo por nuestra causa común: tomar las armas contra un mar de problemas y, haciéndoles frente, acabar con ellos.
* ¿Y sufren los pobres lo que deben? ha sido publicado en español por Deusto Ediciones.
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