Srećko Horvat, cofundador de DiEM25, habló en una detallada entrevista con el canal de noticias N1 sobre las masivas protestas estudiantiles que están teniendo lugar en Serbia
Durante los últimos tres meses, hemos estado tratando de descifrar el mayor misterio que se despliega ante nosotros: ¿Qué está ocurriendo en Serbia? Nadie ha sido capaz de dar una respuesta totalmente coherente, ya que siguen faltando detalles cruciales. Sin los cánticos habituales de las revueltas – «¡Abajo el gobierno!» – Serbia ha visto cómo su gobierno se derrumbaba de forma inesperada.
Con una sola frase dirigida a la máxima autoridad del país – «¡No tenéis ninguna legitimidad!» – los estudiantes acabaron empujando al presidente Aleksandar Vučić a celebrar un mitin en Sremska Mitrovica en lugar de atender sus demandas. Y, sin embargo, en lugar de perder impulso, las protestas siguen extendiéndose.
¿Se trata simplemente de una rebelión? ¿Un cambio de paradigma político? ¿El preludio de un cambio de liderazgo o incluso de todo el sistema? ¿O de algo completamente nuevo?
Mi invitado de hoy mantiene desde hace tiempo una sencilla creencia: mientras haya injusticia, habrá resistencia. Hablo con el filósofo, escritor y activista político Srećko Horvat, apenas dos días después de una gran protesta en Kragujevac, mientras comienzan los preparativos para otra gran manifestación en Niš.
El mayor movimiento democrático en Europa en la actualidad
N1: Usted ha seguido de cerca los acontecimientos en Serbia durante los últimos tres meses. Como mencioné en la introducción, todavía no tenemos una respuesta clara sobre hacia dónde se dirige todo esto. Tal vez desde su perspectiva, las cosas se vean un poco diferentes. ¿Qué diría usted que está ocurriendo en Serbia?
Srećko Horvat: En primer lugar, como muchas personas en Croacia, he seguido de cerca la situación en Serbia. En los últimos meses, varias universidades y ciudades de Croacia han mostrado su apoyo al movimiento. Incluso circula un chiste por aquí: ¿Cómo es posible que los serbios se estén manifestando mientras los croatas sólo podemos protestar quedándonos en casa? Es una referencia a la protesta en forma de boicot a los comercios que ha tenido lugar recientemente en Croacia.
Pero bromas aparte, hay un gran interés por las protestas de Serbia y un fuerte apoyo, no sólo a los estudiantes, sino a todos los que participan en las ocupaciones y manifestaciones. Me atrevería a decir que se trata del movimiento democrático más importante de la Europa actual. De hecho, podría ser el mayor movimiento estudiantil desde 1968.
Y aunque sus reivindicaciones puedan parecer simples, no se trata sólo de cambiar un gobierno, sino de una protesta profunda y sistémica.
Lo que me fascina, como alguien que observa desde el otro lado de la frontera y que ha pasado las dos últimas décadas ocupándose de estos temas -incluyendo mi propia participación en el bloqueo de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de Zagreb en 2009-, es el puro cinismo del llamado Occidente, pero también del Este.
Tomemos Occidente como ejemplo. Imaginemos este experimento mental: si ahora mismo hubiera protestas en más de 200 ciudades de Alemania, con más de 60 universidades bloqueadas durante más de tres meses, y un movimiento que practicara la democracia directa, sería la noticia mundial más importante. Todos los grandes medios de comunicación estarían cubriéndolo.
Pero desde que he empezado a seguir lo que está pasando, me he dado cuenta de que los medios de comunicación internacionales sólo comenzaron hace poco a cubrir las protestas serbias, durante los últimos días o quizás las dos últimas semanas. La pregunta es: ¿Por qué? ¿Cuál es el origen de este cinismo?
Además, no afirmaría que sólo es cinismo, se trata de intereses. No hay un interés real en Occidente por una revolución democrática en Serbia. La prioridad es el litio.
De manera similar, podríamos afirmar que Putin tampoco tiene el menor interés en apoyar estas protestas, aunque eche la culpa a Occidente, su preocupación básica son los recursos de Serbia. Visto desde una perspectiva geopolítica, este alzamiento y estas ocupaciones tienen una trascendencia increíble.
“Si este movimiento fuera en Alemania, con más de 200 ciudades involucradas y 60 universidades bloqueadas, sería noticia a nivel mundial. Pero Occidente no tiene ningún interés en la democracia en Serbia. Su prioridad es el litio.”
Una protesta no respaldada a nivel geopolítico
N1: Un analista político local describió las protestas serbias como “geopolíticamente huérfanas”. A diferencia de los alzamientos del pasado, ninguna potencia mundial las está respaldando. ¿Le parece correcto?
Horvat: En cierto sentido sí, y me parece totalmente comprensible. Acabamos de hablar de la Unión Europea, de Rusia, y seguro que usted ha seguido la Conferencia de Seguridad de Múnich durante los últimos días en la que los debates trataban de quién sería el nuevo Embajador de los Estados Unidos en Serbia. El candidato más serio, Rod Blagojevich, pasó ocho años en la cárcel por corrupción y ahora podría ser nombrado embajador en un país que ha estado protestando contra la corrupción durante los últimos tres meses.
Si considera la situación geopolítica en su conjunto, podría hasta describirla como una escena surrealista, que algunos llaman la Riviera de Trump, que se extiende desde Gaza hasta el cuartel general del Estado Mayor de Belgrado. Donde se mire, se ven los intereses geopolíticos de Occidente, la Unión Europea, Rusia, China y de los Estados Unidos.
Y en este contexto, estas protestas dirigidas principalmente por estudiantes, son un acontecimiento extraordinario exactamente porque son geopolíticamente huérfanas. No están al servicio de los intereses estratégicos de las potencias mundiales. De hecho, estas preferirían que Serbia quedara bajo el gobierno de un “hombre fuerte”, preferencia que ha sido la misma con varios otros dirigentes autoritarios en el pasado.
“Estas protestas son un acontecimiento descomunal precisamente porque son ‘huérfanas geopolíticamente’, no sirven los intereses de una potencia mundial. Resulta más sencillo para estas mantener el status quo.”
N1: ¿Afirmaría que en cierto sentido Vučić parece ser el ejemplo perfecto de las dinámicas geopolíticas de nuestros tiempos, mucho más que los estudiantes?
Horvat: Totalmente. Y, sin embargo, los estudiantes son la verdadera vanguardia ahora mismo, no sólo en Serbia, sino en toda Europa, porque resucitan una forma de organización que no es un concepto importado de Croacia como algunos pretenden. Existía aquí mucho antes de esto.
El primer pleno (asamblea abierta) en Serbia, si no me equivoco, ocurrió en 2006 en la Facultad de Filosofía de Belgrado. Si los dirigentes serbios insisten en que esta forma de democracia directa está siendo importada de Croacia, aplicando la misma lógica podríamos decir que fue importada de Francia. Después de todo, ¿recuerdan la Comuna de París en 1871? Ya organizaban plenos, grupos de trabajo y democracia directa en estos tiempos.
Si retrocedemos aún más en el tiempo, existe un libro publicado tanto en Serbia como en Croacia, “El amanecer de todo”, escrito por el arqueólogo británico David Wengrow y el antropólogo David Graeber, que defiende que las sociedades han estado experimentando con formas mucho más progresistas de democracia durante miles de años.
Así que lo que los estudiantes serbios están haciendo hoy día no es una idea aislada o extranjera. Está fundamentada en una tradición que abarca siglos, quizás milenios de lucha popular para tener una participación en el diseño de su propio presente y futuro.
No se trata de una protesta más, sino de un desafío al sistema
N1: Ha quedado claro que el intento del Gobierno de desacreditar los plenos tachándolos de instrumentos políticos manipulados carece de todo fundamento. Pero lo que ahora se ha elevado al más alto nivel político, sobre todo después de la concentración de Sremska Mitrovica, es la afirmación de que se trata de una especie de revolución de colores. Vučić amenaza ahora con luchar contra las revoluciones de colores en todas partes, jurando que no permitirá que tales levantamientos reciban ningún apoyo. De hecho, hace tan solo unos días, incluso anunció que planea escribir un libro sobre cómo derrotó a una revolución de colores.
Ahora bien, tradicionalmente, las revoluciones de colores han sido movimientos que luchaban por los valores democráticos, por la integración en Europa, contra dictaduras y autocracias, por los derechos civiles y humanos. En su opinión, ¿qué está ocurriendo realmente aquí?
Horvat: En primer lugar, consideremos las protestas que están teniendo lugar en Georgia. Recordarán que a finales del año pasado, el Presidente de la Comisión Europea reaccionó públicamente ante esas manifestaciones, afirmando que el pueblo georgiano está luchando por la democracia.
Ahora bien, ¿han oído a Ursula von der Leyen -o a algún otro dirigente europeo- decir que el pueblo serbio lucha por la democracia? No. Y una vez más, volvemos a las mismas cuestiones: el litio, los recursos y los intereses geopolíticos.
Cuando uno oye tanto a Putin como a Vučić utilizar la expresión revolución de colores y, al mismo tiempo, ve el cinismo y el silencio de las élites europeas, puede estar absolutamente seguro de que no se trata de una revolución de colores -no en el sentido de aquellos movimientos en el pasado, algunos de los cuales sí fueron impulsados por operaciones de inteligencia extranjeras-.
Pero más importante aún es que lo que está ocurriendo en Serbia es radicalmente diferente de las revoluciones de colores anteriores. No se trata sólo de una lucha por la democracia en el sentido convencional, ni simplemente de una protesta contra la autocracia o por la libertad de expresión y los derechos civiles.
Según lo que he observado, se trata de un movimiento antisistema.
Cuando digo antisistema, quiero decir que los estudiantes ya no creen en la democracia representativa tal y como funciona en la actualidad, es decir, la idea de que cada cuatro años rotamos las figuras políticas entre primer ministro y presidente, sin que nada cambie en lo fundamental. Ya no creen que ésta sea una forma válida de democracia. Y tienen toda la razón.
Porque si damos un paso atrás y observamos la Unión Europea, Estados Unidos, Rusia o China, en ninguna parte vemos el tipo de democracia que la gente realmente desea.
Porque si damos un paso atrás y observamos la Unión Europea, Estados Unidos, Rusia o China, en ninguna parte vemos el tipo de democracia que la gente realmente desea.
Este es el vacío geopolítico en el que nos encontramos. Y ahora mismo, los estudiantes serbios no sólo se están oponiendo al sistema existente, sino que están ofreciendo una alternativa radicalmente democrática.
“Este movimiento no consiste sólo en un enfrentamiento entre la democracia y la autocracia. Es un desafío a la totalidad del sistema, porque los estudiantes ya no creen que la democracia real consista en una rotación de dirigentes cada cuatro años.”
Los estudiantes ya han triunfado
N1: Cierto. Pero, ¿hasta qué punto puede este movimiento realmente triunfar vistas las circunstancias? Cuando hablo de triunfar, me refiero a este alzamiento que usted considera antisistema.
Horvat: Creo que ya han triunfado. No deberíamos subestimar la importancia de estos tres meses de despertar democrático.
No importa lo que yo pueda afirmar, estos jóvenes son más listos que yo. Entienden mejor las cosas. Son los que están en las barricadas, y yo no. Y durante estos tres meses, han sido sometidos a una transformación educacional más profunda que la que hubieran tenido en cualquier universidad o escuela.
Porque han aprendido de una experiencia vital, desfilando entre Belgrado y Novi Sad, lo que significa mantenerse unidos, organizarse, luchar juntos por la justicia. Y no sólo a estar en contra de algo, sino también a estar a favor de algo.
En cierto sentido, han vuelto a despertar algo que en determinado momento existió en esta región: la solidaridad, la autoorganización, y hasta elementos de autogestión. Y no importa lo defectuosa que haya sido la autogestión en el pasado o sus fracasos, esta tradición no es extraña en estas tierras.
Recuerden la resistencia contra los nazis, contra los fascistas, contra el Ustaše, contra los Chetniks. Piensen en esta lucha, cuando a partir de 1943, desde Jajce hasta Foča, y la isla de Vis, surgieron consejos autoorganizados. Surgieron teatros, compañías culturales, bodegas donde la educación tenía lugar.
Creo que estamos asistiendo ahora mismo a otra forma de autoeducación, que no debería ser infravalorada.
Y aunque caiga o no el gobierno vigente, o en el peor de los casos se produzca un derramamiento de sangre, esto no significa que hayan fracasado. Estos acontecimientos son parte de una secuencia histórica mucho más larga, algo que sin duda será determinante para los próximos años.
Los estudiantes a la cabeza de este movimiento, junto con los que se unieron a ellos, tendrán un papel destacado a la hora de transformar la sociedad.
“Los estudiantes han sido sometidos a una revolución educacional más profunda durante estos tres meses que si hubieran pasado años en la universidad. Han aprendido lo que significa mantenerse unidos, y luchar no sólo contra algo, sino por algo.”
El significado de las lágrimas derramadas en toda la región
N1: Esto no sólo está ocurriendo en Serbia, toda la región está mostrando su apoyo. Desde Split hasta Sarajevo, Montenegro hasta Kosovo, los ciudadanos se muestran solidarios. Sólo hay que ver esta pancarta en Split, escrita en cirílico, que por sí mismo es un gran paso adelante en comparación con los últimos años.
Lo que me parece impactante en estas protestas, tanto en Serbia como en el resto de la región, es el llanto colectivo. Es como si la gente estuviera abrumada, no por la tristeza, sino por el alivio, al entender que por fin han dado un paso adelante. ¿Se trata de dolor? ¿De alegría? ¿De un alivio emocional profundo, que sencillamente no puede ser expresado sin lágrimas?
Es lo que he visto en la región. ¿Cuál es tu interpretación?
Horvat: Creo que es una reacción a la supuesta transición, un proceso arrastrado a lo largo de los últimos 30 años y que parece eterno. Y como sabemos, la realidad es que su único sentido fue el saqueo de lo público, la privatización de la propiedad estatal.
Uno de los momentos más conmovedores fue cuando un farmacéutico en Belgrado (allá los farmacéuticos se unieron a las protestas) mostró una pancarta en la que se podía leer: “La medicina no es una mercancía.”
Inmediatamente, me hizo recordar uno de los lemas más famosos de las protestas estudiantiles de 2009 en Zagreb, cuando más de 20 facultades fueron ocupadas, y la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales permaneció bloqueada durante 35 días. Entonces el eslogan era: “El conocimiento no es una mercancía.”
Y cuando juntas estas dos afirmaciones, “La medicina no es una mercancía” y “El conocimiento no es una mercancía”, resulta evidente la razón que hace que las protestas en Serbia hagan tanto ruido más allá de sus fronteras.
Porque todos nosotros, en Croacia, Serbia, Montenegro, Bosnia y Herzegovina, Kosovo, somos víctimas del mismo proceso de privatización.
Empezó con la educación superior en Croacia. Conseguimos desacelerarlo durante un momento, pero ahora vuelve a estar sobre la mesa. El otro día justamente, estudiantes de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de Zagreb volvieron a organizar un pleno para luchar contra los aumentos de matrícula y las tasas estudiantiles. Hasta están hablando de nuevas ocupaciones.
En los años 90, mientras la gente se estaba muriendo en los campos de batalla de toda la región, las fábricas eran saqueadas y privatizadas. Y después le tocó el turno a los recursos naturales, a la educación, a la sanidad. Y ahora queda claro el mensaje de las protestas: La medicina no es una mercancía.
Así que mientras las causas concretas de los bloqueos y de las ocupaciones en Serbia quizás sean diferentes de las que motivaron las protestas de 2009 en Croacia, son a su manera lo que Hegel llamaría un universal concreto, la manera de expresar una lucha que nos une a todos, basado en los problemas esenciales que compartimos todos.
Y creo que los métodos aplicados en Serbia, sean las ocupaciones, los bloqueos y hasta los boicots, son pasos dados hacia un nuevo tipo de organización política, que surge en un contexto en el que la gente ya no cree en los viejos partidos, nuevos partidos, la oposición, o en cualquiera de las estructuras políticas tradicionales.
¿Se puede volver a la normalidad anterior?
N1: Es exactamente lo que quiero preguntarle, si piensa que después de todo esto puede haber una vuelta atrás. En cierta manera los estudiantes han hecho suyo el derecho a rebelarse, aunque este derecho sea recogido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Se lo han apropiado, y este movimiento se ha contagiado a la región entera, en la que la gente se da cuenta de que comparten los mismos problemas.
Durante décadas, nuestros gobiernos nos han dejado atrapados en los relatos de las guerras del pasado. Pero ahora, después de estas protestas, independientemente del resultado que tengan, de si tienen éxito o fracasan, ¿podemos realmente regresar a este agujero negro?
Horvat: Por supuesto que siempre podrá ser que regresemos a este agujero negro. Hasta para la física un agujero negro es algo que acaba tragándote, independiente de lo que puedas hacer.
Y por supuesto, las cosas pueden tomar un rumbo aún por. No todas las transformaciones sociales acaban en emancipación. La historia nos demuestra que estos momentos de revuelta a menudo son explotados por los fascistas. Como Gabriele D’Annunzio y la ocupación de Rijeka en 1919, un acontecimiento analizado hace poco por Igor Bezinović en su exitosa película. Teníamos una situación de posguerra, una sociedad llena de desertores, desesperación económica, hiperinflación, y de repente aparece un profeta autoproclamándose el nuevo líder.
Y no estoy diciendo que esto ocurrirá necesariamente en Serbia, pero en mi opinión más allá de un agujero negro, siempre queda la posibilidad de que algo peor ocurra.
Dicho esto, ya insistí en que no debemos minusvalorar el despertar político que tuvo lugar. Este movimiento ya no trata únicamente de estudiantes, va más allá de esto. De las farmacias a los agricultores, todas las capas de la sociedad han sido contagiadas.
No tuvo descanso durante los últimos meses. No se trata de algo puntual, de una ola en el mar. Ha sido difundido más allá del denominado círculo íntimo de Belgrado, alcanzando Novi Sad, Kragujevac, y según lo que oigo, dentro de poco, también Niš.
No se trata de algo que desaparecerá de repente.
N1: Cuando hablo de regreso, también me refiero a la región, que ha quedado atrapada en relatos de guerra durante décadas, relatos que nuestros gobiernos aprovechan para mantenernos divididos.
Pero ahora parece que los estudiantes serbios y el eco que tuvieron en varios países de la región han conseguido romper este círculo vicioso, por lo menos por el momento. Hasta los bloqueos de las cadenas de supermercados que empezaron en Serbia han sido adoptados como una acción regional. Se tiene la sensación de que por primera vez en mucho tiempo la gente normal y corriente (y no los gobiernos) están avanzando juntos.
¿Piensas que van a seguir caminando permanentemente? ¿O aún queda la posibilidad de que volvamos a caer en el viejo estancamiento, en divisiones nacionalistas y odio mutuo?
Horvat: Siempre existirá este riesgo.
He sido afortunado (o quizás no) al haber asistido a muchas protestas durante mi vida. De Grecia a Occupy Wall Street, desde Túnez hasta Egipto, los bloqueos en Croacia y el resto de países. Por ejemplo, Syriza en Grecia provocó una ola increíble de entusiasmo y a pesar de esto, al final vimos lo poco que tardaron en rendirse a las instituciones europeas y a los bancos.
Es por ello que, si bien debemos apoyar completamente este movimiento, también debemos tomar distancia por un momento y pensar de forma crítica. El entusiasmo puede convertirse en agotamiento. La energía puede desvanecerse. Y las exigencias de un cambio real pueden no llegar a cumplirse nunca.
¿Por qué? Porque no se trata sólo de un problema regional. Esta tendencia de creciente autoritarismo, de estancamiento económico, de auge de los movimientos de extrema derecha, se da en todas partes.
Fíjense en Alemania. El hombre más rico del mundo apoya a Alternative für Deutschland, un partido neonazi. Miren la creciente militarización de las sociedades en todo el mundo, la normalización de la violencia política. Miren a Trump, que habla abiertamente en televisión de reubicar a dos millones de personas de Gaza, que en otro momento quiso comprar Groenlandia o que sugiere de forma casual cambiar el nombre del Golfo de México.
No se trata sólo de los Balcanes. Es una tendencia mundial.
Por supuesto, nuestra región tiene una historia singular. Vivimos aquí, la entendemos. Sabemos que cuando los gobernantes quieren distraer la atención de los problemas económicos, siempre recurren a la tradición, la identidad nacional y los viejos conflictos.
Pero aquí hay algo en juego que es aún más profundo que el nacionalismo: el propio capitalismo.
La democracia liberal representativa, tal y como la conocemos, es un producto del capitalismo. Y al final, siempre estamos atrapados en el mismo ciclo.
Porque, ¿qué pasa después de un movimiento como este? ¿Qué pasa después de la caída de un líder opresor?
Normalmente, la oposición se organiza, interviene para sustituirlo y el ciclo se repite. Un movimiento democrático radical acaba siendo absorbido por el sistema, transformándose de nuevo en la misma democracia representativa que nunca cuestiona realmente quién posee qué, quién controla qué, cómo se distribuyen los recursos.
Ese es mi gran temor.
Pero lo que me da esperanza es que hoy veo a muchos estudiantes que lo entienden. No sólo se oponen a la corrupción en un sentido abstracto, sino que reconocen que la corrupción no es sólo una aberración del sistema, sino una característica esencial del capitalismo.
Y no sólo del capitalismo: la corrupción también existe en el socialismo. Esa es una conversación aparte que podríamos tener. Pero en el fondo, es un problema sistémico.
Y lo que veo ahora, en este movimiento, es que cada vez hay más gente que empieza a entenderlo.
«Durante décadas, los gobiernos de los Balcanes han mantenido a la gente atrapada en narrativas bélicas. Estas protestas están rompiendo ese ciclo, mostrando que nuestras luchas son las mismas».
Un movimiento que puede dar forma al futuro
N1: Tengo que retomar el tema de Europa. Probablemente habrá visto los recientes debates en el Parlamento Europeo. Eurodiputados de Croacia, Eslovenia y otros países europeos han expresado su apoyo a los estudiantes serbios. Pero la Comisión Europea ha permanecido en silencio.
Y esto ya lo hemos visto antes. El Parlamento Europeo quiso apoyar a la oposición serbia tras el fraude electoral de años anteriores, pero al final no se llegó a nada.
¿Crees que esta vez será diferente? ¿Podrá este movimiento -mucho mayor que las protestas contra el litio o las manifestaciones de «Serbia contra la violencia»- empujar finalmente a la Comisión Europea a actuar, al menos tanto como lo hizo en apoyo de los manifestantes en Georgia?
Horvat: No lo creo.
En algún momento, la realidad dará un giro: cuando la Comisión Europea y la clase dirigente europea se convenzan de que el actual gobierno serbio no tiene futuro.
Cuando llegue ese momento, empezarán a buscar nuevos aliados. No por principios democráticos, sino porque tanto la Comisión Europea como la industria automovilística alemana necesitan el litio serbio. Su prioridad es que todo siga igual.
Y, por supuesto, Serbia se mantiene situada geopolíticamente entre Oriente y Occidente, entre Rusia, China y la UE.
Así que, sí, en algún momento ofrecerán su apoyo, como hicieron en Georgia. Pero no creo que sea algo a lo que los estudiantes deban aspirar.
N1: Pero de todas formas tampoco están contando con Europa. Es el primer gran movimiento de protesta en Serbia en el que ni siquiera se menciona a la UE. Nadie pide la intervención de la UE en las manifestaciones.
Horvat: Exacto. Y ya he explicado por qué.
La gente en Serbia ve cómo está respondiendo Europa, o mejor dicho, cómo no está respondiendo. Pero también hay que ser prudentes. La alternativa tampoco se encuentra en Rusia o China.
Eso hace que esta situación sea aún más peculiar, más precaria y, en cierto modo, más aislada geopolíticamente.
Pero creo que el futuro de este movimiento no está en esperar el apoyo de la UE, sino en conectar con otros movimientos.
Fijémonos en Alemania: cientos de miles de personas han protestado contra AfD (Alternative für Deutschland). Fijémonos en los movimientos obreros de toda Europa.
Por supuesto, se trata de una labor gigantesca, y nadie espera que los estudiantes hagan ese trabajo solos.
Pero lo que están haciendo ahora mismo es mostrar el camino a seguir.
Si Europa quiere un futuro, debería fijarse en ellos.
«Si Europa quiere un futuro, debería fijarse en estos estudiantes. Están mostrando el camino».
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