Habiendo perdido la antigua lucha sobre el futuro financiero de Grecia, el Sr. Varoufakis se ha enfocado en una causa distinta: preservar la Unión Europea.
La explosiva carrera pública de Yanis Varoufakis empezó en enero del 2015, y acabó menos de seis meses después, cuando dimitió como ministro de Finanzas griego tras acusar a su jefe, el primer ministro Alexis Tsipras, de claudicar por completo (“rendirse”, lo llamó) ante los dirigentes supremos del rescate de Grecia. Como un Mad Max griego, el ministro de Finanzas más famoso del mundo en su momento, fiel a su estilo teatral, balanceó su pierna sobre su potente Yamaha y huyó de la corrupción y decadencia de Atenas con el rugido del motor de su moto.
Su salida significó que el juego de alto riesgo que podía haber visto a Grecia, voluntaria o involuntariamente, fuera de la eurozona, y posiblemente de la Unión Europea, se había acabado. Los negociadores del rescate en Bruselas y Berlín celebraron la partida del combativo Sr. Varoufakis, que había querido reemplazar la tercera propuesta de rescate, y la demoledora austeridad que lo acompañaba, por un esfuerzo reestructurador de la deuda y reformador de la economía más amable.
Según el Sr. Varoufakis, ahora de alguna manera menos famoso, entra con pasos largos en el restaurante Roof Garden del elegante Hotel Grande Bretagne en la Plaza Syntagma, punto cero de los disturbios antiausteridad que habían convertido Atenas rutinariamente en una zona de guerra durante los años de la crisis, me pregunto dos cosas: ¿echa de menos el drama de titular por minuto que le convirtió en una superestrella, y piensa que el grexit (la salida de Grecia de la eurozona) es posible todavía?
Las respuestas cortas son “No” y “Sí”, respectivamente. No sé si me creo su respuesta a la primera. Sí lo hago con la segunda: el grexit, expulsado de las primeras páginas durante el año pasado por el brexit, los refugiados y Donald Trump, ha vuelto a las noticias. Pero me enteraría más tarde durante nuestro almuerzo de que el destino de Grecia no es primordial en su cabeza. Pero el de Europa sí.
“La Unión Europea está en un avanzado estado de desintegración”, dice. La metanarrativa de Europa está fragmentada. La gente no piensa ya más en términos europeos. …Todos tienen una narrativa diferente, y cuando las juntas, obtienes una imagen de una implosión.
Sostiene su argumento citando una Italia, la tercera mayor economía de la eurozona, sumida en deuda y falta de crecimiento, y donde el partido que lidera las encuestas, el Movimiento Cinco Estrellas de Beppe Grillo, está pidiendo un referéndum sobre el euro. “Ahora tenemos un ‘italexit’ encima de la mesa”, dice. “Italia no es sostenible en la eurozona”.
El Sr. Varoufakis llega alrededor de 10 minutos tarde a nuestro almuerzo, lo cual, para la norma griega, es temprano fuera de lo que se lleva. Incluso sin llevar mis gafas, y estando sentado en un reservado en el fondo opuesto a la entrada del restaurante, su cabeza rapada y el casco de moto negro que le da al camarero le hacen instantáneamente reconocible a distancia. De cerca, parece más bajo de lo que esperaba (solo le había visto en situaciones con mucha gente). Lleva unos vaqueros negros, unos zapatos de cuero negro, una camisa morada oscura y una bufanda azul y marrón, por lo que va completamente a la moda motera elegante. Como el Sr. Tsipras, el cual es todavía primer ministro, las corbatas son extrañas a su armario.
Solo unos cuantos clientes en el medio vacío restaurante se preocupan por él. Un año y medio antes, habría sido atacado. Nuestra mesa tiene una magnífica vista de la Acrópolis. Había llovido mucho toda la semana, pero ese día de hace unas pocas semanas, el sol consigue atravesar el gris. “¿Puedo llamarte Yanis?” le pido. “Por favor”, dice.
El Sr. Varoufakis está en una gira relámpago para promocionar DiEM25, que es la abreviatura de Democracy in Europe Movement 2025 (Movimiento Democracia en Europa 2025) pero también una representación del aforisma latino carpe diem: “vive el momento”. Le digo que quiero saber sobre DiEM pero primero quiero oír sobre su rocanrolero periodo como ministro de Finanzas.
La comida es simple. Mi invitado pide una ensalada de pollo y yo opto por el risotto con trufas. Ninguno de nosotros toma entrante o vino, solo agua con gas. Para mi sorpresa, el Sr. Varoufakis no se sienta enfrente de mí, sino justo a mi lado, a 90 grados, como si fuéramos viejos amigos. Es educado y de habla suave, soportando mis interrupciones con elegancia: tengo más preguntas que él tiempo.
El Sr. Varoufakis, de 55 años, nació en Atenas y fue sacado de la academia por Syriza, el partido de izquierda radical que ganó en enero del 2015 las elecciones con un mandato para revisar el programa de préstamos para austeridad dirigido por la troika (la UE, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional) que estaba llevando a la economía a una recesión incluso mayor. Un izquierdista político que estudió economía general, y alguien que apoya al Congreso Nacional Africano y la Organización para la Liberación de Palestina, el Sr. Varoufakis había enseñado economía en varias universidades británicas, la Universidad de Sídney y la Universidad de Texas en Austin.
Años antes de que Syriza fuera considerado un aspirante serio al gobierno, había formado una amistad con el Sr. Tsipras y se convirtió en su consejero económico informal. Pero incluso antes de que Syriza ganara las elecciones y el Sr. Varoufakis aterrizara en el candente asiento del Ministerio de Finanzas, no tenía dudas de que Grecia estaba en bancarrota y que amontonar más préstamos de rescate encima de antiguos préstamos de rescate no la iban a sacar de ella.
“Fuimos del crecimiento de Ponzi [antes de la crisis de 2008] a la austeridad de Ponzi: préstamos de rescate y austeridad estricta, contracción sobre contracción económica”, dice. “Así que lo que teníamos era una situación donde la deuda insostenible tenía que ser entregada, y entregada de nuevo, y cada vez que era entregada, la deuda se hacía más grande.
El Sr. Varoufakis dice que tenía un “acuerdo muy sólido” con el Sr. Tsipras para acabar con la necesidad de un tercer rescate (“un escenario de pesadilla”) a través de una revisión de la deuda que intercambiaría deuda por bonos perpetuos y bonos vinculados al crecimiento del producto interior bruto. El nuevo trato incluiría un montón de medidas de potenciación de la economía como recortes fiscales y el lanzamiento de un “banco malo” para librar a los prestamistas griegos afectados de préstamos que no rindieran. Syriza también quería un excedente primario (el excedente del presupuesto después de que se le han quitado los pagos de la deuda) de no más del 1’5 %.
¿Qué podía ir mal? Muchas cosas, como resultó. El que tiene el dinero (la troika en este caso) pone las reglas.
Lo que no se sabía en aquel momento es que el Sr. Varoufakis estaba planeando secretamente la creación de un sistema de pago electrónico paralela en el caso de que un distanciamiento entre la troika y los negociadores griegos desencadenara una gran demanda de depósitos bancarios y el cierre de los bancos.
El sistema crearía cuentas de reserva en Hacienda. Si fueras un contribuyente, podrías transferir efectivo al Estado a cambio de un descuento en tus futuros impuestos. Si fueras, por ejemplo, un proveedor de un hospital al que le debía dinero el Estado, los atrasos podrían ser efectivamente tratados como moneda; el proveedor del hospital podría transferir una parte de estos atrasos a sus propios proveedores.
Según se iban redactando los planes para el sistema, se estaba yendo hacia un choque de trenes, con ambos lados conscientes de que el resultado podría ser el grexit. Después de que la negociación se volviera hostil y se derrumbara, el BCE, a finales de junio del 2015, decidió en contra de aumentar su apoyo a los bancos griegos, desencadenando una crisis financiera.
En ese punto, el Sr. Varoufakis quería no pagar los 28 mil millones de € de bonos griegos en posesión del BCE e implementar el plan de pago paralelo: la opción atómica, en esencia.
Su idea era que la troika daría marcha atrás y evitaría echar a Grecia fuera de la eurozona, aun cuando era evidente que el ministro de Finanzas alemán Wolfgang Schäuble estaría feliz de ver a Grecia irse. En cierto punto, el Sr. Schäuble dijo que una salida voluntaria de la eurozona “podría ser quizá una mejor opción” para Grecia que ser obligada a un tercer rescate.
Le pregunto al Sr. Varoufakis por qué estaba tan seguro de que la pequeña Grecia podría bajar del estrado a la poderosa troika.
“¿Sabes por qué? 1 billón de €, ¿qué tal eso?” dice. “Eso es lo que le habría costado a la eurozona el grexit. En bonos, tenemos 320 mil millones de €. No es como si hubiéramos tenido alguna capacidad para pagarlos si hubiéramos abandonado el euro. Añade a eso los pasivos Target2 [el déficit de Grecia bajo el sistema de pagos de los bancos centrales]. Añade a eso todos los impagos cruzados, públicos y privados, y las deudas de los bancos a entidades diversas en Europa y acabas con al menos 1 billón de €. ¿Así que piensas que lo habrían hecho?”
Claro, es imposible de decir porque fue el gobierno de Syriza, no la troika, quien entró en pánico cuando los bancos cerrados amenazaron con hacer dejar de funcionar toda la economía. “Cuando llegamos al punto de restricción de crédito, no se me permitió activar el sistema paralelo”, dice.
El Sr. Tsipras aceptó a regañadientes las nuevas condiciones del rescate de la troika. El Sr. Varoufakis dimitió (insiste que no fue echado) el 6 de julio del 2015, una semana después de que los bancos cerraran (desde entonces han abierto de nuevo, pero algunos controles de capital, en la forma de límites a la retirada de efectivo, permanecen). El Sr. Varoufakis hizo un último intento antes de abandonar. “Le dije al primer ministro, ‘Acabas de perder la batalla y será bastante desastroso para este país’”, dice.
Grecia todavía es un caos y el grexit no está fuera de cuestión cuando el programa de rescates actual termine en 2018. No hay ganas en ningún bando de un cuarto rescate.
La preocupación del Sr. Varoufakis hoy no es simplemente la salud de Grecia. Se preocupa por la supervivencia de la UE y la eurozona en la era postbrexit. En efecto, la UE está bajo asedio. Gran Bretaña se va. Marine Le Pen, líder del xenófobo y anti-UE Frente Nacional francés, podría ganar las elecciones de primavera del país. En Italia, el euroescéptico Movimiento Cinco Estrellas, ya el principal partido de la oposición, podría ganar fácilmente las próximas elecciones. El gran proyecto de integración europeo parece muerto. El reto es conservar lo que queda más o menos intacto.
“Soy un europeísta devoto y estoy particularmente preocupado por esta situación. Grillo y Le Pen quieren desintegración, se deleitan en esta expectativa”, dice el Sr. Varoufakis. “Yo estoy horrorizado por ella… Creo firmemente que la desintegración de esta terrible Unión Europea nos llevará a los 1930 posmodernos.”
Lanzó DiEM25 a finales del 2015 con el objetivo de revitalizar los principios democráticos de la UE, por el miedo de que la UE, en su forma actual, estaba destinada a convertirse en un supraestado gobernado por tecnócratas que escupen decretos y están apoyados por la troika. Si DiEM25, cuyo Comité Asesor incluye a Julian Assange, al economista James Galbraith y al director de cine inglés Ken Loach, coge impulso, el Sr. Varoufakis no descarta enviar candidatos de DiEM25 a las votaciones.
Le pregunto por qué la UE debería ser conservada. ¿Por qué no desechar la maquinaria de Bruselas y volver a los Estados nación con nada más que un mercado común?
“Porque los grandes problemas a que nos enfrentamos no pueden ser resueltos a no ser que nos unamos como europeos”, dice. “El cambio climático no puede ser tratado por países individuales, la defensa, especialmente en el mundo post-Trump, la crisis de los refugiados y los flujos de refugiados. Todos necesitan una respuesta unitaria.”
El Sr. Varoufakis no descarta la muerte de la UE y la eurozona con ella. Considero de algún modo irónico que él considera a la canciller alemana Angela Merkel, la mujer que insistió en imponer profundas medidas de austeridad a Grecia, la potencial salvadora de la UE.
“Mucho depende de Merkel”, dice. “Ella necesita mandar un mensaje de esperanza a Europa, con una narrativa de federalismo con un plan para una Europa unida, con fronteras abiertas, que desafía a la idea de que hay una crisis de refugiados. Eso sería muy radical para ella. Pero si diera un mensaje de esperanza, habría un cambio de rumbo extraordinario”.
Y con eso, el Sr. Varoufakis me dio la mano, cogió su casco y se fue rugiendo en su moto a su próxima batalla.
Publicado originalmente en inglés en The Globe and Mail
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