Tras diez días de protestas pacíficas, manifestaciones masivas y actos de desobediencia civil, la gente de Armenia ha liberado a su país del puño de la tiranía.
La campaña comenzó cuando el presidente saliente Serj Sargsyan anunció su intención de ser nombrado primer ministro, con poderes casi ilimitados y un cargo de duración indefinida. Muchos diputados de la oposición, que habían pasado tiempo en la cárcel como prisioneros políticos, lograron un aumento del apoyo por todo el país a medida que se acercaba el día del nombramiento. Pese a la brutalidad policial, arrestos de protestantes en masa y amenazas periódicas del régimen, la ola de protestas fue creciendo después de que prosperara el nombramiento de Sargsyan, y los manifestantes pronto se vieron acompañados de miles de trabajadores en huelga y estudiantes que abandonaron sus universidades y escuelas para unirse al movimiento de la oposición. El clímax llegó el domingo, cuando Sargsyan se reunió con el líder de la oposición Nikol Pashinyan y rechazó la exigencia de dimitir sin más retraso. La reunió apenas duró unos pocos minutos, e inmediatamente después, tuvo lugar una nueva ola de arrestos, incluyendo al propio Pashinyan. Sin embargo, la manifestación que tuvo lugar el domingo 22 de abril por la noche en la plaza central de Yerevan fue la mayor hasta el momento, con estimaciones conservadores que apuntaban a un número de participantes por encima de los 150.000.
La mañana del 23 de abril empezó con soldados que abandonaron sus barracones para unrise a las protestas en las calles, y fue el momento en que Sargsyan entendió que el juego se había acabado y dimitió.
La Revolución Armenia no solo ha consistido en prevenir que un tirano permaneciera en el poder indefinidamente. También ha consistido en cambiar el modelo político y económico que suprimió la libertad económica, permitió que florecieron los monopolios, socavó la imparcialidad judicial, corrompió a funcionarios estatales e impuso una austeridad severa sobre los miembros más pobres de la sociedad. DiEM25 estuvo entre los primeros movimientos que dieron cobertura a las protestas que se desarrollaban en Armenia, y su solidaridad con los ciudadanos del país fue inestimable.
Esta lucha exitosa demuestra de nuevo que frente al poder arrollador no hay alternativa a la democracia auténtica, la justicia social y la justicia económica, y que las élites reaccionarias deben ceder tarde o temprano a las fuerzas progresistas de base que luchan por la justicia.
Tigran es un miembro de DiEM25 que vive en Chipre
Foto: (Gleb Garanich / Reuters)
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