La absurdidad de la monarquía

El pasado 6 de mayo 2023 la gente estaba hipnotizada por la fastuosidad del espectáculo de la ceremonia de coronación en Gran Bretaña. El ‘Príncipe de Gales’ se convirtió en el nuevo monarca bajo el nombre de Carlos Tercero, la continuación de un milenio bajo el reino de la monarquía.

Ahora ejerce de Jefe de Gobierno de una “monarquía constitucional”. Este acuerdo, al que se llegó en tiempos de los dos reyes precedentes llamados Carlos durante el siglo XVII, puede perfectamente interpretarse como un pacto acordado entre los “propietarios”, es decir los aristócratas terratenientes, y la clase entonces emergente que controlaba el dinero, la “clase mercantil”. De hecho frenó el potencial de las propuestas de los “Levellers”, que defendían la implementación de una democracia para “las mujeres y los hombres que carecen de propiedad”.

La monarquía británica representa y está interconectada con un sistema de explotación mundial controlado y utilizado básicamente para enriquecer a una minoría de oligarcas. Este sistema está basado y alimenta desigualdades descomunales que no paran de aumentar. Resulta difícil obtener una estimación exacta de la riqueza que el Rey Carlos extrae y controla por culpa del secretismo y de la falta de transparencia que rodean a las transacciones financieras y a las actividades económicas de la “familia real”.

El patrimonio de la familia real

Se puede lograr una estimación de lo que recibe la familia real del erario público bajo la forma de “subvenciones a los soberanos”. El presupuesto de la monarquía en 2012-2013 ascendió a 31 millones de libras esterlinas. En 2022 era de 87,3 millones de libras. Hay indicios de que pueda revelarse que Carlos pueda beneficiarse de 330 millones de libras al año. El periódico The Guardian estimó hace poco que el recién coronado monarca, exonerado de pagar impuestos sobre la herencia, podría estar controlando una fortuna valorada en 1,8 mil millones de libras. 

Aunque la monarquía intente distanciarse a los ojos del público de sus negocios de exportación, queda claro que los intereses financieros y económicos del rey están relacionados con los asuntos y las transacciones de los monopolios oligárquicos. Por ejemplo, el Patrimonio de la Corona (Crown Estate), como terrateniente, podría ganar 120 millones de libras de una operación sobre una mina de oro en Irlanda, que podría producir un beneficio de 3 mil millones de libras a lo largo de 25 años en caso de que se realice.

Cuando activistas de la comunidad local mandaron una carta a Carlos mientras aún era Príncipe de Gales, pidiéndole que tuviera en cuenta sus responsabilidades como autoproclamado “defensor del medio ambiente”, su respuesta fue que “no se puede involucrar”.

Las fuerzas armadas de la monarquía

El rey británico y la monarquía como institución también están asociados al aparato militar estatal del Reino Unido. Son fuerzas armadas que han participado en intervenciones de agresión que produjeron muchas atrocidades contra la gente en varias partes del mundo, como en Palestina e Irlanda, y recientemente en Afganistán e Iraq.

La familia real, además de tener una función de relaciones públicas al estar encargada de retratar engañosamente las fuerzas armadas británicas como una potencia bondadosa que ayuda a conseguir la paz y a proteger la democracia a nivel mundial, también puede formar parte de estas fuerzas armadas para potenciar este papel. Carlos es Coronel Jefe del Regimiento de Paracaidistas del ejército británico que masacró de manera infame a activistas de los derechos civiles en Derry en 1972 que se estaban manifestando contra el encarcelamiento sin juicio previo. 

Cada día más personas en Gran Bretaña consideran la monarquía no electa como antidemocrática por naturaleza. A pesar de que se perciba como carente de competencias oficiales para imponer su autoridad y sus decisiones, se le otorga un denominado poder blando e influencia sobre el pueblo al perpetuar el mito según el que “los gobernantes deberían gobernar mientras los gobernados deberían aceptar con sumisión estar gobernados por los gobernantes”.

Libertad de expresión

La Coronación del Rey Carlos nos ha dado una vez más un ejemplo de la absurdidad de este concepto arcaico y ajeno a la democracia. Se reveló que hubo un proyecto de exigir al público jurar lealtad a Carlos durante la ceremonia de coronación. Los activistas que hacen campaña para sustituir a la “monarquía constitucional” del Reino Unido por una República Democrática describieron esta idea como “una obscenidad, un hecho consumado, y un postureo depreciando a las personas” y afirmaron que “en una democracia es el jefe de estado quien debería jurar lealtad al pueblo, y no lo contrario. Este tipo de sinsentido debería haber desaparecido junto a Elizabeth I, en vez de sobrevivir a Elizabeth II”. Estos mismos activistas fueron entonces detenidos el día de la coronación antes de que pudieran manifestarse pacíficamente como tenían pensado hacerlo coincidiendo con el evento.

A pesar de las acciones draconianas del estado para erradicar los desafíos lanzados por los activistas que desean la implementación de una democracia auténtica no propuesta por la “monarquía constitucional”, la gente encontró maneras de expresar sus opiniones y de manifestar que un rey o una reina no debería ser Jefe de Gobierno en una democracia. Durante un partido de fútbol, los hinchas del Liverpool mostraron pancartas de protesta en las que se podía leer “No es mi Rey” y abuchearon el himno del país, “God save the King”, que tocaban durante los partidos de la Premier League el día de la coronación. Jurgen Klopp, entrenador del Liverpool, contestó cuando se le preguntó su opinión sobre estos incidentes diciendo que “todos tenemos libertad de expresión. Esto también significa tener la libertad de opinar”.

Recordando a James Connolly

El 12 de Mayo es el aniversario de la ejecución ordenada por el “Gobierno de su Majestad” en 1916 de James Connolly, el líder sindical y activista por la democracia y el cambio social. Connolly era el portavoz de las críticas al gobierno monárquico y oligárquico en cualquier parte del planeta, y especialmente en Irlanda y en Gran Bretaña donde estuvo activo políticamente durante la mayor parte de su breve vida. 

Connolly sigue siendo recordado hoy día por su defensa de la causa de los trabajadores y su destreza vinculándola con la lucha por una democracia para el pueblo, definida en su propuesta por el lema “la causa irlandesa es la causa laboral, y la causa laboral es la causa irlandesa”. Que la gente le haya elegido recientemente como la segunda persona más importante de la historia de Irlanda demuestra el respeto que le tiene el público, lo mismo que políticos como Jeremy Corbyn que se refirió a las aportaciones y al legado de Connolly en un discurso durante una conferencia de MeRA25 en Atenas.

Connolly se dió claramente cuenta de que el “gobierno de los reyes” en los tiempos modernos sólo consistía en blanquear el gobierno real ejercido por los oligarcas al expropiar la riqueza y monopolizar el dinero. Para él, la única oportunidad de lograr y desarrollar una democracia en la que la mayoría lidera de manera colectiva la sociedad y la economía en el interés de todos, y ya no de una minoría, implicaba una transformación total para eliminar el poder, la dominación, y los medios de explotación de los oligarcas. Esto queda resumido en una cita suya:

“Si se elimina hoy el Ejército Inglés y se iza la bandera verde sobre el Castillo de Dublín, estos esfuerzos serán vanos en caso de que no se empiece organizando una República Socialista. Inglaterra seguirá gobernando. Gobernará a través de sus capitalistas, de sus terratenientes, de sus financieros, a través de todas las instituciones comerciales e individualistas que ha sembrado en este país y cultivado con las lágrimas de nuestras madres y la sangre de nuestros mártires”.  

En Un Manifiesto a favor de la Democratización de Europa nos hacemos eco de esta teoría debido a la situación actual similar y compleja en la que Europa y el resto del mundo están bajo el gobierno de los oligarcas:

“Pretenden preocuparse por la democracia, mientras utilizan todo su poder e influencia para asegurarse de que no tengas derecho a opinar sobre lo que hacen. La pesadilla de todos los oligarcas es la democracia real. ¡Sólo existe una manera de acabar con esta situación: una revolución democrática! Somos capaces de vencerlos, y no pararemos hasta que nuestra visión de una democracia estructural se difunda en el sistema empresarial, en nuestra economía, en nuestros ayuntamientos, en nuestros parlamentos, y en todas nuestras instituciones”.

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