En reacción al resultado de las elecciones alemanas de ayer, la canciller Merkel ha dicho que había “esperado un mejor resultado” y que ahora planeaba “escuchar las preocupaciones e inquietudes” de la gente que ha votado por AfD.
Las señales de alarma de Marine Le Pen, el brexit y Donald Trump no han sido lo suficientemente fuertes para que el establishment alemán previera el auge de AfD. Trágicamente, Merkel y Alemania han sido golpeadas por las fuerzas centrífugas que ella misma cultivó (directa o indirectamente) durante los últimos 12 años, particularmente tras la crisis del euro.
Ahora le toca mover ficha a Merkel. No debe comerciar con la integridad de la UE para permanecer como canciller dando su apoyo a las políticas antieuropeas de la agenda del FDP. Y pese a la crítica de Schultz de las políticas de Merkel, el SPD también debe redefinirse. Desde esta perspectiva, sería mejor permanecer en la oposición, pensar y cambiar con tal de recuperar la confianza de la gente.
Pero este no es momento de descanso y reflexión: nuestra ventana de oportunidad para hacer realidad el cambio progresista se está cerrando a marchas forzadas. Los resultados de las elecciones alemanas no dejan lugar a dudas: es hora de tomar una decisión:
O permitimos que el statu quo desigual e injusto perdure, cosa que allanará el camino para el retorno del fascismo por todo el continente. O bien nos alzamos y lideramos una revolución capaz de avanzar hacia una Unión progresista y humanista.
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