La falta de respuesta al ataque contra Nord Stream señala el fin de la soberanía de la UE

La inacción de la UE posterior a este ataque de los EE. UU. insinúa que constituye como mucho un protectorado, por no decir un territorio ocupado

“Cualquier alteración deliberada de una infraestructura energética europea en uso es inaceptable y provocará la respuesta la más fuerte posible”, tal fue la reacción de Ursula von der Leyen a las dos explosiones que destruyeron los gasoductos que abastecían a la UE con gas natural cruzando el Mar Báltico. Dos semanas más tarde, el Fiscal General Federal alemán inició una investigación sobre este “serio ataque violento contra el suministro energético de la nación, que probablemente afectará a la seguridad de Alemania dentro y fuera de sus fronteras”. Cinco meses después, distintas investigaciones realizadas por Alemania, Dinamarca, y Suecia, llegaron a la conclusión de que las explosiones constituyen un acto deliberado de sabotaje. Hasta ahora ninguna de ellas identificó al culpable.

Los gasoductos Nord Stream pertenecían a varias empresas energéticas de Rusia, Francia, Países Bajos, y Alemania. Fueron necesarios 15 años y 20 mil millones de dólares de inversión para construirlos, eran esenciales para la seguridad de la energía en Europa y para la viabilidad misma de la economía industrial de Alemania. La verdad es que la misma dependencia de los combustibles fósiles que hizo que esta infraestructura sea tan valiosa también hizo que sea insostenible, considerándola en el marco de la crisis climática.

De hecho, DiEM25 se opuso a la construcción de Nord Stream 2, y propuso después de su sabotaje reordenar la economía de Alemania basándola en la producción de energía renovable de manera local y descentralizada. En lugar de esto, el Gobierno alemán eligió importar gas natural licuado carísimo violando la normativa medioambiental vigente y usar la violencia para desplazar a comunidades enteras para poder extraer más carbón de sus minas. De todos modos, preguntarse quiénes llevaron a cabo este ataque y cómo consiguen seguir impunes tiene consecuencias aún más graves para el futuro de la EU.

Sopesen la serie de acontecimientos: durante una rueda de prensa donde también comparecía el Canciller Alemán Olaf Scholz, el 7 de febrero de 2022 el Presidente de los EE. UU. Joe Biden declara que en caso de invasión de Ucrania por Rusia “ya no habrá Nord Stream 2, le pondremos un punto final”. El 24 de febrero, Rusia invade Ucrania. El 26 de septiembre explotan los dos gasoductos. Nadie asume la responsabilidad, pero el antiguo ministro de exteriores polaco Radoslaw Sikorski manda en seguida un mensaje en Twitter: “Gracias, EE. UU.”. Pronto se vuelve obvio que debido a la corrosión provocada por el agua de mar entrando en las tuberías, el siniestro sería total e irreparable. El 8 de febrero de 2023, el periodista de investigación más famoso de los EE. UU., Seymour Hersh, asegura que el gobierno de los EE. UU. es el responsable del ataque. La Casa Blanca afirma que su relato es “totalmente falso y completamente ficticio”. Dos mujeres, la Diputada del Parlamento Federal de Alemania Sevim Dağdelen, y la Diputada del Parlamento de la Unión Europea Clare Daly, exigen respuestas en sus respectivas instituciones. Para el Gobierno Alemán y el ejecutivo de la UE, todo sigue igual.

Entonces, ¿quién fue el responsable de haber cortado de manera violenta, secreta, e irreversible, la vía de suministro de energía más importante de la UE?

Varios funcionarios occidentales acusaron a Moscú. Aunque el Presidente Ruso Vladímir Putin tenga el cinismo de ordenar campañas de atentados encubiertos hasta contra los ciudadanos rusos, esta teoría resulta inverosímil. Rusia había invertido miles de millones de euros en este proyecto, y Gazprom era su accionista principal. Además, aseguraba al Kremlin ingresos regulares altísimos, y lo que más importa, una poderosa influencia política sobre Europa. Tres meses después, 23 diplomáticos y agentes de inteligencia revelaron en el Washington Post que no tenían ninguna prueba de que Rusia esté vinculada a este ataque. El Fiscal General Alemán tampoco las tenía a principios del mes de febrero.

En cambio, la destrucción de gasoductos estratégicos conectando la UE a Rusia coincide totalmente con la doctrina Brzezinsky, aplicada desde hace décadas por los EE. UU. en su estrategia internacional, que consiste en mantener el continente euroasiático dividido. Además, esta política es útil para los tres propósitos de la OTAN, que resumió su primer Secretario General con el lema “mantener los rusos afuera, los estadounidenses dentro, y los alemanes agachados.” También hay que tener en cuenta que en el pasado las estructuras de la OTAN organizaron campañas de atentados clandestinos sin piedad en territorio europeo, intentando una vez más socavar la influencia política rusa sobre el continente.

Ahora, en caso de que Seymour Hersh tenga la razón, que los EE. UU. destruyeron una pieza clave de la infraestructura energética europea y nieguen haberlo hecho, y que ninguna autoridad europea ni siquiera se atreva a discutir esta afirmación, ¿qué impresión podemos tener de la soberanía europea?

El derecho internacional define la soberanía de un gobierno como el control total de los asuntos dentro de unos límites geográficos determinados. Mientras defendía sus políticas migratorias inhumanas, la Comisión de la UE a menudo proclamó que las fronteras terrestres y marítimas de los estados miembros eran sus propias fronteras. En realidad, las dos explosiones de Nord Stream ocurrieron fuera de las aguas territoriales de los estados miembros de la UE, pero dentro de las Zonas Económicas Exclusivas de Dinamarca y Suecia, en las que estos dos países disfrutan de derechos de soberanía. De todos modos, políticamente hablando la soberanía de un estado es sinónimo de autonomía política, independencia, y de capacidad de gobernarse a sí mismo sin injerencias externas.

Ahora, tomando en cuenta la información disponible públicamente, la explicación más verosímil de las explosiones del Nord Stream es la siguiente: para lograr sus objetivos políticos y económicos en Europa, los EE. UU. utilizaron medios militares en una operación encubierta para destruir infraestructuras europeas esenciales, y así disminuir el suministro de energía de la UE, para luego restringir su autonomía geopolítica. No es nada menos que un hecho de guerra. En caso de que lo realizara una potencia enemiga, desataría un escándalo. Pero siendo los EE. UU. el mayor aliado a nivel militar de la UE, parece que este acontecimiento ni siquiera merece una alusión, sin hablar de una reacción. Resulta una traición en toda regla que ninguna autoridad europea haya tan siquiera movido un dedo en respuesta a este acto, y constituye la prueba innegable de que Europa ha renunciado a su soberanía. La inacción de la UE posterior a este ataque de los EE. UU. insinúa que resulta ser como mucho un protectorado, por no decir un territorio ocupado.

No existe otra explicación verosímil que esté puesta sobre la mesa con seriedad sobre quién realizó este acto de terrorismo contra Europa. Aun así, no hay ni la más mínima señal de indignación de parte de los altos funcionarios, ni tampoco urgencia aparente para llegar al fondo de este asunto. Soló puede significar que la UE está siendo aterrorizada por una potencia extranjera para que quede sumisa de la manera más cínica, y que sus líderes no son nada más que marionetas.

Es de notoriedad pública que los EE. UU. han tenido una influencia dominadora sobre los gobiernos europeos durante décadas. Sin embargo, hasta ahora no se había tolerado actos de terrorismo descarados, por lo menos oficialmente. El Parlamento Europeo emitió una resolución sobre el caso Gladio señalando a la OTAN, aunque muchos años después de los acontecimientos. La manera de tratar el asunto del Nord Stream revela que las élites políticas europeas ya no tienen la decencia de admitir el dominio foráneo, y mucho menos la voluntad de resistir. Una vez más, esto equivale a renunciar a la soberanía.  El escándalo del Qatargate nos aporta más pruebas a favor de esta hipótesis. La única diferencia es que cuando se trata del dominio transatlántico, los intereses son mucho más importantes, ya que la UE está de hecho involucrada en una grave guerra con altas posibilidades de futuro recrudecimiento, en la que tiene poca voz.

La argumentación a favor de una lucha europea transnacional de liberación

Muchos europeos, independientemente de la corriente política a la que pertenecen, comparten (o quizás compartirán tarde o temprano) esta sensación de haber sido traicionados en lo más fundamental. Las personas de derecha pueden aceptar estar controladas por tecnócratas empresariales en tiempos de paz, en tiempos de guerra será difícil que acepten que les gobierne las marionetas de poderes extranjeros. La mayoría de los europeos no lo aceptará sin luchar, y DiEM25 no debería dudar en liderar este combate. Después de todo, ¿de qué sirve una democracia europea sin soberanía europea?

La Historia nos enseña que las luchas nacionales de liberación nos ofrecen oportunidades valiosas de transformación social, económica, y política. A fecha de hoy, la mayor revolución paneuropea fue impulsada tanto por aspiraciones democráticas como nacionales. Si la verdad es que la UE ya no puede ser reformada, entonces una lucha europea transnacional de liberación contra la dominación extranjera tiene el potencial necesario para conseguir unir a bastantes personas con el convencimiento necesario por todo el continente para transformarlo realmente. Esta lucha no tiene por qué ser sangrienta, siempre y cuando los europeos se coordinen, actúen paso a paso, y sigan unidos, y esto es lo que DiEM25 ya está intentando lograr. Más muestras de solidaridad entre ellos exhiban, más muestras de solidaridad recibirán del extranjero, incluso desde los EE. UU.

La manera de insertar contenido progresista en una lucha de este tipo será un asunto fundamental. Esto por supuesto depende del dilema entre nacionalismo y transnacionalismo. El desafío se encuentra en conseguir trasladar los acertados sentimientos de orgullo y de independencia hacia una estrategia transnacional racional. En efecto, cuando las múltiples crisis lleguen a un punto crítico, las tesis fundamentales de DiEM25 según las que las soluciones sólo pueden ser transnacionales nunca habrán sido tan vigentes.

Las tentativas nacionales de independizarse de la dominación de los EE. UU. están condenadas al fracaso frente a una estrategia de dividir para reinar. Cualquier país que lo intente por sí mismo pronto verá crecer los desacuerdos con los estados que le rodean, ya que el imperio inevitablemente se volverá a posicionar como corresponde. Es fácilmente previsible que esto ocurra en los casos de Alemania y Polonia, o Grecia y Turquía.

DiEM25 debería insistir en que todas las divisiones dentro de Europa debidas a tendencias nacionales, como soportar a uno de los contrincantes en la guerra que está ocurriendo, son irracionales. Una buena manera de anticipar la posición que tomará la mayoría de las personas en Europa a propósito de un conflicto entre grandes potencias consiste en investigar si sus antepasados han sido oprimidos o favorecidos por el imperio (esto también vale para un servidor). Pero la adopción de un punto de vista más amplio con una perspectiva transnacional nos revela cuán arbitrarias son las posiciones nacionalistas, y las pocas diferencias que hay entre los europeos sobre las cosas que de verdad son importantes. Puede ser que el nacionalismo atraiga por su romanticismo, pero el transnacionalismo atrae por su racionalismo puro y duro, en la época en la que vivimos, resulta ser nada menos que la condición sine qua non de nuestra supervivencia colectiva.

La desaparición de la soberanía de la UE es un asunto que puede llamar la atención de los europeos, aunque tardó en producirse, ahora es incontestable gracias al desastre de Nord Stream, y posteriormente hacer que los directivos europeos pierdan su legitimidad. DiEM25 debería asumir este reto.

Primero, insistiendo en una soberanía fuerte de la UE hoy día en el contexto de la desobediencia constructiva, entre otras razones porque es una condición necesaria, por no decir suficiente, para la paz en Europa.

Después, insistiendo en una soberanía transnacional, democrática, y popular, para la UE, en contra de los gobiernos al servicio de la oligarquía, dentro y fuera de sus fronteras.

El vocabulario, los análisis y las alianzas de la Internacional Progresista son desde luego relevantes para realizar este esfuerzo, quizás incluso la descolonización de la UE sea una condición sine qua non del no alineamiento. De todos modos, DiEM25 debería incluir la evidente pérdida de soberanía por Europa en sus análisis, sin perder de vista quién es el verdadero enemigo.

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