James K. Galbraith

Galbraith sobre el Plan X: mi amigo, el ministro de Finanzas Yanis Varoufakis, cumplió sus responsabilidades con honor

Welcome to the poisoned chalice (book cover)

James K. Galbraith, miembro fundador de DiEM25, escribe en exclusiva sobre su último libro y su contribución al Plan X del primer gobierno de SYRIZA: un plan defensivo que se activaría en caso de que los acreedores de la República Helénica cumplieran su amenaza de echar al país del euro en respuesta a la determinación del nuevo gobierno de renegociar el fallido “programa griego” de la troika. Ayer, en el primer aniversario del voto al OXI del pueblo griego, los medios de comunicación de la oligarquía griega intentaron aprovecharse del libro de Galbraith para condenar, censurar, o simplemente, vilipendiar, a Yanis Varoufakis. Su veneno contra el OXI y Varoufakis es una prueba de que el recuerdo de la Primavera de Atenas todavía les atormenta. A continuación, James K. Galbraith lo deja bien claro: el equipo que trabajaba en el Ministerio de Finanzas a cargo de Varoufakis, fue la única parte durante la negociación de 2015 que cumplió plena y diligentemente con sus deberes de servir a la democracia de Grecia, con la Constitución en la mano y reclamando su soberanía nacional. Pero, después de la demolición de la Primavera de Atenas, la campaña para a denigrar a los justos sigue en activo a escala global. DiEM25 invita a todos los demócratas europeos a permanecer vigilantes: el intento de aplastar el espíritu de la Primavera de Atenas, que permanece sano y salvo en Grecia pese a la derrota del año pasado, dañará permanentemente toda expectativa de una Europa democrática.

 

James K. Galbraith escribe:

Mis conexiones familiares con Grecia se remontan a la amistad entre mi padre y Andreas Papandreou, colegas como profesores de economía en Estados Unidos en la década de 1950. En 2010, llegué a Atenas a prestar mi apoyo moral en momentos difíciles al recién elegido George Papandreou. Conocí a Yanis Varoufakis en 2011 y ayudé a organizar su estancia de dos años en la Universidad de Texas en Austin, que comenzó en 2013. En ese periodo, también establecí contacto amistoso con Alexis Tsipras y los miembros de su círculo. Estos vínculos, así como mi cada vez más profundo interés sobre el efecto de la tragedia griega en Europa y el mundo, me llevaron a involucrarme (como voluntario y como amigo) con el Ministerio de Finanzas desde principios de febrero hasta principios de julio de 2015.

Sabíamos desde el principio que el entrante gobierno de Syriza se enfrentaba a un reto de lo más difícil, persuadir a instituciones intransigentes, ministros de finanzas hostiles y jefes de estado recelosos de modificar un programa económico fallido, que había sido impuesto en primer lugar no para respaldar la economía griega sino para salvar a los bancos franceses y alemanes. La misión del Ministerio de Finanzas era, por tanto, diplomática y política, y mi papel, principalmente, consistió en ayudar a escribir y hablar en público, ante la prensa internacional, y para mantener informados a los amigos y simpatizantes en los Estados Unidos y en cualquier lugar del mundo.

Welcome to the Poisoned Chalice (“bienvenido al cáliz envenenado”; Yale, 2016), es una colección de mis escritos, entrevistas y discursos sobre Grecia desde 2010 hasta el verano de 2015. La mayor parte fueron publicados en su momento. Juntos transmiten el sabor de los primeros meses de SYRIZA tal y como yo los viví, junto a mis opiniones sobre la economía y la política del momento.

Como se explica en el libro, en marzo de 2015 Yanis Varoufakis me preguntó si le podría ayudar con una tarea delicada. Esta era la preparación de un plan preliminar (encargado por el primer ministro) en el caso de que Grecia fuera expulsada a la fuerza del euro. Ya por aquel entonces sabíamos que los acontecimientos llevarían a un clímax a finales de junio. Lo que no sabíamos (ni podíamos saber) era qué forma concreta iba a tomar ese clímax. Era necesario estar preparado para lo peor. Trabajé con un pequeño grupo durante seis semanas en este plan, y enviamos un memorándum, el “memorándum del Plan X”, en los primeros días de mayo.

Nuestro trabajo se basó en la experiencia financiera y legal de nuestro equipo, en la bibliografía académica sobre conversión de moneda, en unas pocas conversaciones privadas con expertos de confianza y nuestro propio conocimiento de la economía y la situación social de Grecia. Esperábamos conseguir una guía de medidas que podrían tomarse y de los problemas que podrían ocurrir. Estábamos bien al tanto de las dificultades a las que se enfrentaría Grecia si fuera expulsada del euro, y también de los peligros que se presentarían si nuestro trabajo se diera a conocer. Por estas razones, trabajamos en silencio, procurando mantenernos apartados de Atenas. El gobierno griego en general (fuera del Ministerio de Finanzas, e incluso dentro del mismo) no se vio involucrado.

Los problemas relativos a una salida forzosa del euro eran estremecedores: abarcaban desde la relación legal con la Unión Europea, a la creación y gestión de un nuevo banco central y las mecánicas de proveer una liquidez fiable casi de inmediato, al posible apoyo externo para la nueva divisa, a la transformación de los depósitos bancarios y deudas privadas, hasta cosas tan elementales como mantener el abastecimiento de lo imprescindible como comida, combustible y medicinas. No podíamos saber cómo reaccionarían las fuerzas políticas y sociales de Grecia. Nuestro trabajo consistió en evaluar estas consideraciones hasta donde pudiéramos: una extensión que a menudo estaba bastante limitada. No era nuestra misión hacer recomendaciones, y no hicimos ninguna; nos estábamos preparando para un escenario que todos esperaban evitar.

En definitiva, Yanis Varoufakis, el ministro de Finanzas, discutió nuestro trabajo con el primer ministro, y el primer ministro tomó su decisión, como todo el mundo sabe. Esa era una decisión que competía al primer ministro. Me marché de Grecia el 7 de julio de 2015, con sentimientos encontrados. Por una parte, había esperado un resultado mejor para la gente de Grecia, un mayor apoyo a nuestros amigos griegos y un poco de flexibilidad por parte de los acreedores, que jamás cedieron. Por otra parte, me sentí satisfecho de haber prestado servicio a una buena causa. Y en mi seguridad absoluta de que mi amigo, el ministro de Finanzas Yanis Varoufakis, cumplió sus responsabilidades con honor.

James K. Galbraith es profesor en la Universidad de Texas en Austin.

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