Spain is NOT different

El presente es la consecuencia del pasado, y para cambiarlo es necesario entender las razones que llevaron la realidad presente a ser tal como la vivimos. DiEM25, como movimiento paneuropeo de democratización de la sociedad a través de sus partidos MERA25, no puede permitirse fallar de la misma manera que fallaron el resto de partidos políticos democráticos españoles, tanto autonómicos como estatales,eludiendo o falseando el análisis de la realidad española.

La guerra civil, la falsa neutralidad y la supuesta no participación en la Segunda Guerra Mundial que resultaron en los 40 años de dictadura franquista, moldearon nuestra sociedad de una manera que difiere en muchos aspectos del resto de las sociedades europeas. No obstante resulta obvio que la misma globalización le es impuesta, es decir el dominio de la oligarquía globalizada y su corrupción de cualquier sistema político para asegurar su mera existencia.

Independientemente, la política española está enfocada en la lucha entre nacionalismos estatales y autonómicos, y la lucha entre derechas e izquierdas tanto nacionales como autonómicas. Estas luchas impiden el debate de fondo sobre las condiciones de posibilidad de una democracia soberana tanto a nivel económico como a nivel de defensa, disimulado por los debates entre descentralización o recentralización y nacionalización o privatización.

Hace falta volver a los Pactos de Madrid de 1953 para entender las razones de este silencio. Consistían en el acuerdo de suministro por los Estados Unidos de armamento al ejército franquista, de créditos para sostener su economía, y en la ocupación militar del territorio español por el ejército estadounidense. Es un hecho histórico que el dictador Francisco Franco permitió la ocupación militar de nuestro territorio por los Estados Unidos para asegurar la supervivencia del régimen, justificado a nivel internacional como luchador contra el comunismo, y que los Estados Unidos apoyaron la dictadura desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Otro hecho histórico fue la disimulada colaboración de la España franquista con la Alemanía hitleriana, que culminó en el envío de la División Azul, compuesta de supuestos voluntarios, para ayudar a luchar contra la Unión Soviética. Estos antecedentes de lealtad no implicaron ninguna consideración especial para los Estados Unidos a la hora de de imponer sus intereses económicos y geoestratégicos sobre países devastados como España, que no tenían los recursos para darles la cara. La España supuestamente encarnación del lema Una, Sola, y Libre, se encontró de repente bajo dominación extranjera, con el beneplácito de los que se erigían en los defensores de su independencia: los fascistas.

Resulta obvio que desde los tiempos de Franco nada cambió, la renuncia a la soberanía se traduce en la globalización de la corrupción de las elites (corrupción entendida como olvido de los intereses nacionales en afán de lucro y manipulación de la democracia o de cualquier otro sistema político para defender estos intereses), es decir en la asimilación de las empresas sistémicas de la economía española por el capital occidental controlado por su oligarquía. El gobierno socialista de Felipe Gonzalez heredó de una supuesta democracia tutelada por los Estados Unidos tanto a nivel militar como económico, en la que los políticos no representan la voluntad de la ciudadanía, sino los intereses económicos de la oligarquía que controla el capital de las empresas sistémicas que operan sobre el territorio, y los intereses geo estratégicos del Ministerio de Defensa de los Estados Unidos que defiende los intereses de su oligarquía. Al conseguir ser la primera potencia económica mundial después de la Segunda Guerra Mundial, se vió capaz de imponer su voluntad e intereses a estados como el nuestro, y su oligarquía integró a las oligarquías locales en el sistema económico global diseñado para asegurar su dominación.

El bipartidismo se convirtió en la norma, un sistema de partidos políticos posterior a la Transición española y a las elecciones generales de 1982, conformado por el Partido Popular y Partido Socialista Obrero Español, tras el hundimiento de la Unión de Centro Democrático (UCD) de Adolfo Suárez. Desde 1982 ambos partidos políticos (PSOE y PP) han ocupado alternativamente el gobierno de España, con mayoría absoluta o con el apoyo de otros grupos políticos menores, siendo el otro partido el principal grupo de la oposición. Este mismo bipartidismo resulta ser el síntoma de la falta de lucha por los intereses de la ciudadanía en su conjunto, a la imagen de los Estados Unidos, un partido tras otro se sucede en el poder deshaciendo los cambios del anterior: la materialización del inmovilismo para asegurar los beneficios de la oligarquía que les financia y apoya. Sin embargo, a partir de las elecciones generales de 2016, el sistema político español se convirtió en un sistema multipartidista, formado por cuatro grandes formaciones: Partido Socialista Obrero Español, Partido Popular, Unidas Podemos y Ciudadanos. Las elecciones generales de abril de 2019 supusieron la consolidación del multipartidismo, ampliando el sistema a cinco grandes partidos por la entrada de Vox en las Cortes con 24. El bipartidismo se convirtió de esta manera en “bicoalicionismo”, no hace falta ser ningún profeta para anticipar que cuando llegue al poder la coalición supuestamente adversa deshará todo lo que hizo la anterior, manteniendo de este modo el estatus quo que desea y beneficia a la oligarquía que les mantiene en el poder a través de su financiación y de los medios de comunicaciones que le pertenecen, publicitando sus campañas electorales e impidiendo cualquier tipo de debate real sobre la democratización del sistema.

Independientemente, la política española está enfocada en la lucha entre el nacionalismo estatal chovinista defendido por PP y Vox y los nacionalismos “periféricos”, defendidos por partidos soberanistas existentes especialmente en Cataluña, Euskadi y Galicia. La diferencia entre ellos estriba en que el nacionalismo españolista es centralista y uniformizador mientras que el nacionalismo defendido por las principales nacionalidades históricas proviene de problemas históricos basados en cuestiones culturales, lingüísticas, territoriales que nunca fueron resueltas. Pero dado que España por su tamaño no puede ser una nación soberana, ¿lo conseguiría alguna de sus regiones en caso de que lograra independizarse?. La entrada de España en la Unión Europea y en la OTAN no cambió nada a esta situación, al contrario, obligó a la aplicación de las normativas europeas sobre nuestro territorio, dando más poder a la oligarquía globalizada a través de las privatizaciones impuestas y perpetuando el uso de nuestro territorio por las tropas estadunidenses. Basta con echar un vistazo al accionariado de las empresas del Ibex35 para darse cuenta de que los intereses de la nación no tienen ningún poder sobre la economía del país, controlada de hecho por la oligarquía global. Las estructuras democráticas a nivel autonómico o estatal tienen un margen de maniobra limitado al ser integradas en las de la Unión Europea, tienen que respetar los marcos negociados a nivel supra nacional entre los estados miembros y sus instituciones. Las empresas sistémicas que hacen negocio sobre sus territorios pertenecen a un accionariado globalizado, obedecen a unas normas del mercado decididas en Bruselas bajo la presión de los lobbies de la oligarquía, los políticos solo pueden influenciar en su actividad a través de los impuestos que les aplica y de las subvenciones que les otorga.

La existencia de una democracia real está condicionada por la existencia de una ciudadanía que pueda expresar libremente sus opiniones, debatir y decidir respecto a lo común, el lugar donde compartimos nuestras vidas, lo que debería ser público, gestionado por todos los residentes en este territorio, el que ocupa la sociedad. Esto significa poder acceder a una educación gratuita y de calidad para que cualquier individuo pueda crear su propia opinión (de hecho está privatizada o inalcanzable para la gente humilde) y así decidir del tipo de sociedad en la que desea vivir, poder comunicarse libremente (de hecho las comunicaciones entre los ciudadanos pertenecen a las grandes empresas tecnológicas) para poder colaborar con sus conciudadanos para modificar la sociedad en la que viven sin que nadie pueda interferir, y la existencia de un periodismo independiente (de hecho pertenece a la oligarquía) que pueda informar todos de la realidad en la que están viviendo para que puedan actuar sobre ella, sin hablar de un sistema público de salud y de seguridad que nos proteja físicamente.

Si el Estado español no consigue una verdadera democracia imponiendo los intereses de la mayoría a los de la minoría oligarca que controla la economía y corrompe el sistema político, los movimientos independentistas que pretenden defender a su pueblo de la opresión del estado en realidad solo quieren que sus elites locales se puedan beneficiar tanto como las estatales de la opresión de sus conciudadanos por la oligarquía global consiguiendo los medios para poder reprimir cualquier intento de su pueblo de ir en contra de los intereses de esta oligarquía. Y esto consiste en querer obtener los privilegios del Estado Español para su propio beneficio, el pueblo seguirá tan oprimido como antes, pero por personas aún más débiles frente a sus dueños. La falta de soberanía de las supuestas democracias europeas tanto a nivel económico como de defensa impide la aplicación de las decisiones tomadas por los ciudadanos en caso de que vayan en contra de los intereses de la oligarquía o de los intereses geo estratégicos del Ministerio de Defensa de los Estados Unidos cuyo único objetivo consiste en dividir como sea para seguir reinando. No hace falta mencionar que la fragmentación de estas democracias europeas vigentes solo pueden condenar para siempre a esta misma ciudadanía a la esclavitud eterna, cuando deberían juntarse a nivel europeo para acabar con la dominación que padecen de parte de esta oligarquía.

De hecho estamos viviendo en una sociedad de tipo hinduista, en la que el sistema de castas se materializa en la herencia, tanto económica (para la oligarquía) cómo social (para las supuestas élites que viven de defender las condiciones de vida de la oligarquía, transmitiendo su estatus social a sus hijos), dejando la precariedad como herencia común para el resto de la población. Y esta situación se da en todos los países del “bloque” occidental, empezando por los Estados Unidos, que al constituir la primera economía mundial tiene la oligarquía la más potente, que impone sus intereses tanto a su estado como al resto de los países del bloque. No conseguiremos un sistema más democrático descentralizando o recentralizando el sistema político de nuestro país, ni tampoco privatizando o nacionalizando su economía. Es una falacia presentar tanto el estado español como las comunidades autónomas como factor de cambio, ningún cambio puede ocurrir sin el resto de los países de la Unión Europea, la única entidad política a la que pertenece la sociedad española que tenga el potencial para poder competir contra estados del tamaño de China o de los Estados Unidos, e imponer sus intereses a los de la oligarquía mundial.

Nuestro movimiento, DiEM25, es el único que proponga la transformación de la Unión Europea como única alternativa para que todos los europeos puedan vivir en una democracia real. Nos oponemos a la privatización de lo común por la oligarquía, pero también a la nacionalización de lo común por el estado, es decir por una minoría de tecnócratas que actúan según los intereses de los poderosos. Tanto los políticos que elegimos como los medios de comunicación que pertenecen a la oligarquía nos lavan el cerebro día tras día pregonando que el capital produce empleo para los trabajadores, cuando el capital y los capitalistas son el resultado de la extracción de renta de la labor de estos mismos trabajadores y del control de los recursos naturales que pertenecen a la sociedad  en su conjunto. Estos mismos capitalistas, defendidos por los políticos tanto de derecha como de izquierda, son los que pervierten el sistema democrático monetizando los servicios básicos para asegurarse poder manipular la sociedad en su conjunto para que siga produciendo las rentas de las que viven. Sin la ciudadanía que además de producir consume los productos y servicios proporcionados por sus empresas, ¿seguirían disfrutando de las mismas rentas? ¿Estas rentas no deberían ser usadas en beneficio del conjunto de la sociedad que las produjo en vez de ser expoliadas por una minoría? ¿Tienen que padecer los consumidores la falta de calidad y el deterioro que producen al medio ambiente sus productos y servicios para optimizar sus beneficios y así asegurar su nivel de vida? La democratización del sistema que proponemos tanto a nivel político como económico consiste en involucrar a los ciudadanos en todos los aspectos de la sociedad: trabajo, gestión de los recursos, política, relaciones exteriores. Es decir dar el poder a las personas y quitárselo al capital y a sus dueños, que también son personas, y que deciden de lo que tiene que ser la vida del resto de las personas que carecen de capital o que tienen menos capital que ellos.

Esta democratización de la Unión Europea tiene que insertarse en un movimiento internacional que apoye a las sociedades que decidan compartir nuestros ideales, fomentando la creación a nivel mundial de un Nuevo Movimiento de Países No Alineados y de un Nuevo Orden Económico. Presentar el estado español o la independencia de alguna de sus autonomías como la vía para preservar la existencia de una cultura o de particularismos culturales o idiomas minoritarios entra en el marco de las políticas identitarias fomentadas para dividir a cualquier poder que pueda amenazar el estatus de la oligarquía. Es la fundación de los estados iliberales, en los que se decide a discreción de la expresión correcta de los sentimientos nacionalistas de las personas, ya no juzgadas universalmente, sino según la conveniencia de sus actos para los poderosos. Los sentimientos nacionalistas, sean unionistas o secesionistas, son la perversión de la democracia, al determinar el comportamiento correcto de las personas por sus muestras de apoyo a determinadas ideologías o élites. La definición de una persona por su identidad, sea cultural, religiosa, o lingüística, tiene por único propósito negarle su condición de miembro de un estado de derecho democrático y soberano, que resulta ser la peor pesadilla de la oligarquía al negarles de jure los privilegios que disfrutan de facto. Si al transformar Europa conseguimos convertirlo en realidad, este estado de derecho democrático y soberano garantiza la protección de estos particularismos culturales, cuando cualquier nacionalismo estatal o independentismo de parte de este estado solo debilita aún más el supuesto estado de derecho en el que vivimos dando más poder a la oligarquía que defienden de hecho.

El transnacionalismo y paneuropeísmo que defiende DiEM25 es la única solución pragmática para conseguir una sociedad regida por un sistema político realmente democratico. Para transformar Europa necesitamos cambiar el régimen de la propiedad definido en cada constitución de cada estado miembro de la Unión Europea, lo que significa proponer una alternativa, es decir diseñar un proyecto postcapitalista para acabar con la oligarquía definiendo la democracia real que deseamos implementar. DiEM25 ya está desarrollando este proyecto a través del proceso de definición de la sociedad postcapitalista que defendemos, un cuestionario fue sometido a todos los miembros para que puedan aportar sus sugerencias y opiniones sobre este tema. El sistema accionarial de propiedad de las empresas nos llevó a la situación en la que estamos viviendo, en la que la producción de bienes y servicios enriquece a unos cuantos que poseen el capital invertido en las empresas mientras el resto ve los frutos de su labor confiscados, labor absurda dedicada a producir ganancias para esta misma oligarquía cueste lo que cueste para el medio ambiente y la sociedad que permiten la creación de estos valores que en muchos casos les destruye poco a poco.

Hay que dejar claro que este mismo régimen de la propiedad es el que permite la concentración del poder económico en unas cuantas manos y su transmisión, usado para corromper cualquier sistema político para obtener beneficios y explotar el trabajo de la mayoría de la población, para manipularla lavándole el cerebro con contenidos audiovisuales que justifiquen el estatus quo que permite su expolio como el estado normal de la realidad. No estamos diciendo que las personas más productivas de la sociedad no deberían ser las más retribuidas de esta misma sociedad, sino que no se puede tolerar que esta retribución socave los principios del estado de derecho permitiéndoles de hecho estructurar la sociedad y las vidas de sus conciudadanos en su propio beneficio, lo que ocurre en el sistema en el que estamos viviendo. Queda por determinar los detalles de nuestro proyecto postcapitalista, pero queda claro que la socialización de los medios de producción tiene que realizarse mediante la implementación de un sistema económico de tipo cooperativista en el que cada trabajador de una empresa posea una acción y un voto, y la estatalización por llamarlo de alguna manera de los sectores que lo requieran, estatalización según los casos a nivel regional, estatal, o europeo, y siempre bajo control directo de la ciudadanía.

La implementación de este Nuevo Orden Económico resulta la única manera de lograr una democracia verdadera, que pueda ofrecer a los ciudadanos la gestión de sus condiciones de vida, es decir un estado de derecho que les proporcione los servicios básicos que cualquier ser humano necesita: educación, salud, seguridad, y libertad de emprender y de participar en la vida política de la sociedad gracias a un dividendo universal básico indexado en la productividad de la economía. Resulta ser la única manera de resolver la crisis medioambiental al involucrar las colectividades para que decidan lo que se produce y cómo se produce en su territorio, y los consumidores en las características requeridas para los productos que consumen, en vez de dejar el mercado y las ganancias decidir de todo esto. Un cambio sistémico de esta magnitud solo puede ser factible a nivel europeo, por mucho que parezca una paradoja, al renunciar a nuestras fronteras nacionales y luchar por este nuevo sistema económico europeo recuperaremos nuestra soberanía y alcanzaremos una verdadera democracia. Parte de nuestra élite ha sido sumada a la oligarquía mundial, sus intereses son los suyos, y la democracia va en contra de estos intereses. La democracia defiende los intereses del resto de la población, incapaz de imponerlos al verse restringida a expresar sus opiniones democráticamente en el marco de estados que por razones estructurales no pueden luchar contra los intereses de esta oligarquía globalizada. La solución consiste  en luchar conjuntamente en toda Europa para transformar el sistema político y económico democráticamente, creando partidos políticos MERA25 que defiendan nuestros ideales en las urnas y que apliquen las políticas diseñadas por DiEM25. Por muy peculiar que sea España, solo lograremos la democracia cuando el resto de los europeos también la alcancen. Únete a nosotros para transformar Europa.

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