Why Europe needs a new democratic left

Por qué Europa necesita una nueva izquierda democrática

Podría decirse que uno de los más dramáticos cambios de nuestro tiempo fue la revolución neoliberal de Reagan y Thatcher de los 80, que acabó con el mayor periodo de crecimiento económico continuo de la historia después de la Segunda Guerra Mundial. Como consecuencia, la desigualdad creció hasta niveles nunca vistos desde los años 20, el crecimiento económico se volvió anémico y la producción industrial se fue a otra parte.
Pero el elemento más destructivo de esa revolución cultural y económica fue la retirada de los partidos de izquierda, que acabaron aceptando el neoliberalismo por su propia supervivencia inmediata, en vez de defender los valores tradicionales de la izquierda (un contrato social fuerte, infraestructuras públicas, fuerte protección laboral y a los consumidores, y gobernar sobre el poder corporativo).
Políticos como Tony Blair, Gerhard Schroeder y Bill Clinton ofrecieron reformas políticas que habrían sido consideradas demasiado radicales desde los 40 hasta los 70, incluso para la derecha. Los partidos nominalmente de izquierda desregularon el sistema financiero, recortaron la inversión pública, eliminaron impuestos a los ricos y privatizaron pedazos enteros del Estado mientras anulaban regulaciones laborales, de consumo y medioambientales. Al final, había poca diferencia entre la izquierda tradicional y los partidos de derecha, salvo por unos pocos temas sociales y de estilo de vida.
Los efectos de esta falta de diversidad política en la economía se ven claros. El mundo cayó en su peor crisis económica desde la Gran Depresión, los bancos quebraron de manera espectacular y tuvieron que ser rescatados por los contribuyentes, la desigualdad se ha disparado, los servicios públicos han sido deteriorados y las relaciones laborales se han vuelto precarias. Incluso la subsiguiente recuperación económica se basó en salarios bajos para los trabajadores y grandes beneficios para un puñado de compañías globales.
El electorado reaccionó muy racionalmente a esta falta de propuestas alternativas de la izquierda. Si los partidos de izquierda estaban adoptando políticas de derecha, siendo coherentes con esta lógica, podrían ir entonces al “objeto genuino”. Y así, el Partido Popular Europeo se convirtió en la fuerza dominante en Europa, al igual que el Partido Republicano en los EE. UU. Mientras tanto, algunos votantes comenzaron a buscar alternativas en otras partes, como la extrema derecha, en partidos como el Frente Nacional de Francia, el AfD de Alemania, el UKIP del R. U. y los movimientos de la Alt-Right y el Tea Party en los EE. UU., por nombrar algunos.
Según se iban viendo claros los perversos efectos del neoliberalismo, y según el populismo de derechas empezaba a mostrar su verdadera cara y contradicciones internas, apareció una brecha política para los verdaderos partidos de izquierda que querían volver a políticas económicas más igualitarias, un sistema financiero bajo control, una mayor porción de la riqueza para los trabajadores e instituciones transnacionales verdaderamente democráticas para regular el comercio internacional  y la actividad económica. Mientras la “falsa izquierda” continúa cosechando una derrota tras otra – en Alemania, España, Grecia, los EE. UU. y los Países Bajos – y con muchos socialistas tradicionales y partidos de la clase trabajadora al borde de la extinción, la izquierda de los valores fundamentales sigue superando las expectativas. Políticos como Jeremy Corbyn en el R. U., Bernie Sanders en los EE. UU. y António Costa en Portugal han desafiado la creencia popular de que solo el centro puede dar el éxito electoral (un centro que se ha desplazado radicalmente hacia la derecha durante los últimos 40 años).
A nivel europeo, una nueva entidad política ha estado suscitando una seria discusión sobre el futuro de Europa y la economía. DiEM25 ha estado sembrando las semillas para un renacimiento de los mismos ideales europeos que se demostraron de éxito en el pasado. En lugar de combatir el neoliberalismo con nacionalismo y aislacionismo, proponemos una reconstrucción de las sinergias y solidaridad de Europa alrededor de instituciones democráticas que no puedan ser fácilmente incorporadas a los mismos grupos de presión que han dejado inservible Europa, y que resultaron en el salto de José Manuel Barroso de la dirección de la Comisión Europea a la de Goldman Sachs.
Si los votantes europeos no tienen verdaderas alternativas en el sistema democrático, buscarán en otra parte. DiEM25 busca demostrar que un auténtico control democrático de las políticas europeas, que evite instituciones no democráticas como el Eurogrupo, la Comisión Europea o el Consejo Europeo, es la única esperanza para Europa, si quiere conservar su prosperidad, estabilidad, y libertad.
 

José Luis Malaquias es miembro de DiEM25 e ingeniero físico radicado en Portugal.

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