Subempleo involuntario
es el amargo precio de la austeridad. Es el efecto de la inversión ultrabaja, de un fracaso a la hora de generar el empleo asalariado que Europa necesita para cumplir con sus necesidades económicas, sociales, humanas y medioambientales, y del estancamiento ecomómico europeo que concentra la mayor parte de la actividad económica en unas pocas regiones pero drena el resto.