Yanis Varoufakis asesora al británico Jeremy Corbyn… y George Osborne

Publicado originalmente en inglés en Newsweek el 2 de marzo de 2016.
 
Estos días se ha creado mucho revuelo acerca de la declaración del líder de la oposición británica Jeremy Corbyn de que yo estaba ayudando a su equipo “en cierta medida”. George Osborne, nada menos, no pudo desaprovechar la oportunidad de atacar a los laboristas burlándose de mí, deleitándose visiblemente de mi derrota a manos de una UE despótica. Incluso David Cameron, para no quedarse atrás, salió con una ocurrencia.
Uno tiene la impresión de que nuestras economías están fracasando y que nuestros gobiernos no saben qué hacer cuando las tasas de interés cero producen una baja inversión y llevan a los políticos a recurrir a insultos personales para responder a preguntas legítimas sobre la recaudación fracasada del Tesoro y la inaccesibilidad económica a la vivienda.
Antes de profundizar en lo que de verdad importa, es necesaria una corrección: nunca me han pedido (ni hubiera aceptado si me lo hubieran pedido) ser asesor de Jeremy Corbyn o su equipo. Como político a tiempo completo, e impulsor de DiEM25 (el Movimiento Democracia en Europa), no es mi trabajo asesorar a otros políticos. Comprometerme con partidos y organizaciones de toda Europa es otro asunto. Es solo en esta “medida” en que he interactuado con Jeremy Corbyn, su canciller en la sombra John McDonnell y también políticos de otros partidos políticos, incluyendo a Caroline Lucas (los Verdes) y mi buen amigo Norman Lamont (conservador).
Pero ya basta de detalles triviales. Lo que importa realmente hoy es que nuestra economía y nuestros políticos son un desastre. En toda Europa.
Los mercados cumplen con su función cuando sintetizan la información dispersa, que ningún agente posee, en señales que ayudan a coordinar nuestros esfuerzos productivos. De forma similar, la política democrática funciona bien cuando une a gente que a nivel individual no tiene las respuestas pero que puede, colectivamente, generar políticas decentes.
El problema es que en Europa estamos fracasando en ambas, estamos generando el nivel de inversión más bajo en relación al ahorro (pese al récord por lo bajo de la tasa de interés) y el peor registro de coordinación política en la historia de la Unión Europea. Tanto en el continente como en Gran Bretaña, estos dos fracasos espectaculares han llevado a unas políticas sin salida y un pesimismo generalizado que refuerzan la mala situación económica.
En el ámbito de la economía, la austeridad autodestructiva es el síntoma de un ciclo vicioso. La baja inversión genera baja actividad económica que deprime la recaudación del gobierno, reforzando la tendencia irracional de hacer nuevos recortes en un presupuesto insostenible no por el tamaño del gasto público sino por la baja y decreciente inversión. La austeridad, desde esta perspectiva, es un síntoma de la baja inversión que no puede ser curada por la austeridad ni por las tasas de interés negativas. Esto vale para toda Europa, en la Eurozona, pero también en Gran Bretaña.
Un bucle de destrucción similar envenena a la política europea: la mala situación económica mina nuestra capacidad de entablar un debate de alta calidad sobre cómo tratar con esta crisis económica sistémica. En ausencia de tal debate, nuestra gente y nuestros políticos descienden a un barrizal de riñas insignificantes, de jugar a echarse la culpa, insultos, crescendos nacionalistas y xenófobos que, a su vez, solidifican las políticas sin salida responsables de la mala situación económica.
Todavía peor, los dos círculos viciosos de Europa, el económico y el político, se alimentan el uno del otro, empujando al buen barco Europa hacia el ojo de la tormenta perfecta. Es hora de que los políticos se tomen un momento para reflexionar sobre cuál es la mejor manera de abordar las causas de nuestro fracaso colectivo: no sus síntomas.
El Partido Laborista tiene una necesidad instintiva de proteger a aquellos abandonados por los largos años de crecimiento desigual impulsado por la deuda privada y su consecuencia austera. Esto es bueno e idóneo. Sin embargo, sería un error malgastar las energías de los laboristas en diatribas contra la austeridad. Si tengo razón en que la austeridad es un síntoma de la baja inversión (y de un gobierno que tiende a cargar el peso de lo inevitable sobre los ciudadanos más débiles), los laboristas deben concentrarse en políticas que convertirán ahorros ociosos en financiación de la inversión, creando nuevas tecnologías que produzcan un desarrollo verde y sostenible y trabajos de alta calidad.
Dicho programa económico precisará la creación de un banco de inversión pública que emita sus propios bonos (que sea respaldado por una estrategia de expansión cuantitativa no inflacionaria del Banco de Inglaterra en cuanto a estos bonos), sino también una nueva alianza con industriales informados y partes de la City abiertas a beneficiarse de la recuperación sostenible. Los laboristas, creo, solo podrán superar sus disputas internas, y la tóxica campaña mediática contra su líder, escapando hacia un Renacimiento británico ecológico y centrado en la inversión.
El hecho de que esto es también lo que necesita la Eurozona ofrece a los laboristas la oportunidad dorada de vincularlo a su óptima campaña del referéndum con una agenda económica doméstica atractiva. Proponer un programa económico que es relevante tanto en el Reino Unido como en la Eurozona sería un buen comienzo.
Habiendo resumido mi “asesoría” al Partido Laborista, terminaré con un mensaje para el canciller (y su primer ministro):
Estimado George,
Michael Gove, Michael Howard y Boris Johnson argumentan, en su contra, a favor del Brexit con sólidos fundamentos intelectuales, respecto a la restricción de la soberanía democrática de su parlamento a manos de la UE. Pese a que nuestra democracia fue, evidentemente, aplastada el pasado verano por la UE, discrepo de ellos.
Sin embargo, me intriga que no parezca darse cuenta de que, al burlarse de mí en ese mismo parlamento, ha reforzado su ya sólida defensa del brexit. Mi fracaso como ministro de Finanzas se debió a la férrea determinación de una UE autoritaria de continuar su fallido programa económico griego. El Programa de Políticas para Grecia de mi ministerio, que Bruselas desechó, lo compuse con contribuciones de expertos en economía incluyendo a Lord Lamont y [el economista americano] Jeff Sachs. Confío en que, en retrospectiva, no hubiera pegado ese golpe tan bajo. La campaña por la permanencia apenas se lo puede permitir.

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